26 Agosto 1990, Domingo.

Desayunamos en el hotel. Pagamos unas 21.000 Pts.-, de una habitación doble y una triple, durante dos noches, dos desayunos de los 5 y una comida de los 5. Unas 4.200 Pts.- por cabeza. Barato. Circulamos deprisa, deteniéndonos únicamente a fumar algún cigarro y a echar gasolina. En una de las gasolineras, quedamos asombrados, al ver como el operario, bombeaba el combustible a mano, utilizando una palanca. Después de llenar los tres depósitos, el tío tenía una sudada de aupa. Paramos a comer junto a la carretera, en plan "dominguero" y a media tarde nos detuvimos en un bar, a tomar unos refrescos. Era frecuente encontrar vendedores de fruta, junto a la carretera, la verdad es que lo que ofrecían, tenía muy buena pinta, pero por razones de higiene, preferimos no comprar nada. Algunos chiquillos, ofrecían una especie de pequeños lagartos, muy distintos a los nuestros, imaginamos que como mascotas...

Después de atravesar Azrou, población relativamente importante, en donde la gente vestía en plan occidental, llegamos a un pequeño complejo hostelero, con una edificación que asemejaba un pub inglés, con un enorme jardín en la parte trasera, cubierto de verde y mesas para tomar algo. Nos tomamos unos "cubatas", nos pusieron unas tapas y estuvimos viendo un mini-zoo, en donde aparte de monos, tenían un chacal. Anocheció mientras estábamos allí. Continuamos hasta Meknes, teniendo que detenernos a subir un poco las luces, ya que al ir aligerando peso de los vehículos, habían quedado muy bajas. Nos costó un poco encontrar el camping. Este distaba mucho de ser como el de Midelt y estaba a la altura de los europeos. Una vez inscritos, aprovechamos para llamar por teléfono a casa. Montamos el campamento y nos dispusimos a hacer la cena. Al abrir una de las bombonas grandes de butano, falló el mecanismo y comenzó a salir un chorro enorme de gas que no había manera de detener, apagamos precipitadamente los lumings y los cigarrillos y la depositamos en mitad del prado, a una distancia prudencial. Luis se decidió y acercándose hasta ella, consiguió colocarle el tapón, procediendo más tarde a vaciarla completamente, para evitar riesgos inútiles. Después del susto, cenamos y nos fuimos a dormir.

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