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Viajar a Marruecos

Viaje 1992 - 5ª Etapa: Tinerhir / Gargantas del Dades / Tinerhir

 


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21Agosto 1992, Viernes.

Hoy amanecemos todos tarde. Desayunamos en el bar del hotel con la moral más alta que de costumbre. Nos comunican que la noche anterior nos han estado esperando para la cena, ya que venía comprendida en el precio de la habitación, tomamos buena nota. Deliberamos durante un rato sobre la conveniencia de continuar viaje, o por el contrario quedarnos aquí una noche más para no perder los dos días de hotel que tenemos pagados y modificar de nuevo nuestro itinerario. Pesan más los partidarios de aprovechar la noche pagada, así que tendré que rehacer el plan de nuevo. Nos vamos a la piscina y nos damos un baño. Decidimos no alargar nuestra estancia en el agua y nos preparamos para hacer una excursión hasta las Gargantas del Dades, distantes unos 50 kilómetros de Tinerhir.

Salimos por la carretera P-32 que discurre paralela al Atlas, con dirección oeste. Los paisajes del sur son siempre atractivos por si mismos, las grandes llanuras con escasa vegetación y los abruptos afloramientos montañosos que se elevan casi verticalmente sobre la llanura, recuerdan vagamente el paisaje de los westerns. Casi sin darnos cuenta llegamos a Boumalne du Dades, en donde debemos desviarnos por una carretera secundaria que continua hacia el norte, hacia las montañas. El camino va ganando altura y discurre serpenteante por valles muy pintorescos, llenos de contrastes, en donde la tierra roja resalta el verde rabioso de la vegetación y el azul del cielo. Prácticamente todo el fondo del valle es un estrecho oasis que a diferencia de los otros que conocemos, en lugar de palmeras, está lleno de olmos. Hacemos varias paradas cortas, para contemplar el paisaje y hacer fotos.

La carretera llega a un alto, tras el cual el valle se abre y nos ofrece un bonito panorama, a la izquierda hay una pequeña construcción con dos columnas a la entrada y un letrero que reza "Bar Migurne" y anuncia unas vistas espléndidas, nosotros preferimos llamarlo "Casa Miguelin". Entramos y nos atiende un tipo regordete y "simpaticón", con bigote y la cabeza rapada, siempre seguido por un ayudante con pinta de chuleta. Como hace bueno nos instalamos en la terraza, mientras sacan el mobiliario fuera para que podamos sentarnos. Pedimos té y como siempre está magnifico, tan caliente que hay que sujetar el vaso cogiéndolo con el pulgar y el índice, uno por la base y el otro por el borde. Chuchi y Carlos se pierden la primera tetera, les ha pegado la vena alpinista y están subiendo la montaña más próxima. Al cabo de un rato se les ve como dos puntitos diminutos allí arriba.

-En la terraza del "Bar Migurne"

Mientras disfrutamos del té y del paisaje, el "simpaticón" se lleva a Luis y a Elena al interior del bar, con tanta discreción que no nos damos cuenta, para devolvérnoslos al cabo de un rato vestidos de bereberes, al son de una pandereta... Para mearse, tienen una pinta que es para verlos, todo el mundo saca su cámara e inmediatamente quedan inmortalizados. Tomamos más té y como estamos a gusto, decidimos quedarnos a comer. Belén aprovecha el momento de relax para sacarle a Carlos una astilla del pie, Carlos se queja de que casi le saca un tendón. De paso también me pega a mi un "limpiao" en el arañazo del antebrazo, que no acaba de secarse y se esta empezando a infectar. Chuchi se dedica a tocar la pandereta, sin demasiado éxito, pero con mucho sentimiento.

- Nacho con turbante.

El tiempo cambia y se pone a llover. Pasamos al interior y nos instalamos en una de esas mesas bajas rodeadas de almohadones, tan cómodas... Una novedad interesante en el menú; tienen patatas fritas para acompañar las consabidas brochetas. La comida tarda una eternidad en salir y matamos el rato persiguiendo moscas a gomazos, caen unas cuantas y finalmente nos dan de comer. Está claro que al dueño le gusta disfrazar a los clientes, ya que a los postres le coloca a Nacho un turbante, que por cierto le queda que ni pintado, todos cogemos las cámaras y como si fuésemos un grupo de japoneses, le hacemos varios cientos de fotos.

Según terminamos la comida, seguimos adentrándonos en el valle, que cada vez es más bello. Las formaciones rocosas son impresionantes, las enormes rocas toman formas caprichosas, redondeadas, sensuales y en ocasiones casi lascivas. Nos detenemos en la zona más pintoresca y rápidamente se nos echan encima unos vendedores-paliza. Mientras algunos hacen compras y se inician en el arte del regateo, Belén y Azu se dedican a enseñar el castellano a unos niños que aprenden con una facilidad sorprendente, repitiendo todo lo que les dicen, como si fuesen loros con una pronunciación perfecta.

Regresamos tranquilamente hacia Tinerhir , mientras el sol va bajando hacia el horizonte a nuestra espalda. Los "moteros" toman varias pistas que corren paralelas a la carretera, por las que ruedan a gran velocidad. Nacho en un momento dado esta a punto de colarse en una zanja, pero en un alarde de reflejos consigue parar en el último momento, eso si, termina sentado en el depósito. Unos pocos quedamos rezagados y aprovechamos para pegarnos unos potes de whisky.

- Baño nocturno.

Nada más llegar al hotel decidimos organizar un baño nocturno. Casi todos pasamos por la piscina haciendo un gran despliegue de saltos "gráciles y pintorescos" (sobre todo pintorescos). Candela destaca como el mejor "bombero" con diferencia. El agua está bastante más fría que por la mañana y la euforia pasa rápido. Acabado el baño, nos acicalamos y nos vamos a cenar, algunos con un "ligero cabreo" conyugal. La cena no está mal, comida típica, pero con mejor nivel que en la mayoría de los sitios, además de ser mesas como Dios manda, con sillas como Dios manda. El cous-cous sigue sin hacerme gracia. Nos dejan repetir de todo lo que queremos y aunque el "Ksar" no es exactamente un Rioja, se agradece hacer una comida con vino. Como colofón, los dos Candelas nos deleitan con un concurso de engullir flanes enteros, que queda grabado en vídeo. Salimos del comedor pletóricos. Nos tomamos unos whiskys junto a la piscina y como siempre los más juerguistas nos vamos quedando solos. Juan y Chuchi nos entretienen haciendo el chorra en un estado de lamentable embriaguez. Alguien nos comentará más tarde, que después de retirarnos todos, en la habitación de los solteros se organizó una pelea de almohadas y Chuchi en plena euforia salió corriendo al patio en calzoncillos gritando como un poseso y blandiendo una almohada en su mano, esperando encontrar todavía a alguno de nosotros, en lugar de eso, se encontró ante un grupo de huéspedes árabes que lo miraron estupefactos sin comprender nada.

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