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Viajar a Marruecos

Viaje 1992 - 11ª Etapa: Jaffar / Temara Plage

 


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27 Agosto 1992, Jueves.

Amanecemos rodeados por una manada de camellos. La temperatura sigue siendo fresca, pese a que luce un sol espléndido. Desayunamos más abrigados que de costumbre, contemplando el panorama que no habíamos visto la noche anterior, detrás nuestro se levanta imponente la mole del Jbel Ayachi, con sus 3.737 metros de altura. En dirección contraria se alcanzan a ver las llanuras que se extienden al norte de las montañas, ya fuera del Atlas. La vegetación ha ido desapareciendo y solamente quedan algunos grupos de cedros aislados y algunas áreas de monte bajo.

Recogemos el campamento y nos ponemos en marcha. Dejamos atrás los camellos y durante los primeros kilómetros tenemos que seguir padeciendo la dichosa inclinación lateral, las motos y el Patrol no tienen problema, pero con los Suzukis es otra cosa, como son muy estrechos y van cargados hasta los topes, además de llevar cosas en la baca, un pequeño bache unido a la inclinación pudiera hacernos volcar, así que los copilotos tienen que continuar sentados en la ventanilla con el cuerpo fuera del coche.

- Juan.

Encontramos otro corte en la pista, semejante a los de la noche anterior, un inmenso tajo que nos impide continuar avanzando. Retrocedemos y encontramos rodadas que descienden por la ladera. Primero bajamos andando para saber a que atenernos, cuando llegamos al oued vemos que las huellas ascienden por la ladera de enfrente, que tiene una inclinación muy considerable, tanto, que no tenemos muy claro si se podrá pasar o habrá que descender por el cauce seco y buscar otra ruta alternativa. Paso yo primero, la bajada no plantea problemas, la subida es otra cosa. Es más "pindia" de lo que parecía y no lo consigo al primer intento, las ruedas comienzan a patinar todas al tiempo y el coche se escurre hacia atrás en medio de una gran polvareda. Retrocedo hasta el otro extremo del oued y cojo carrerilla, con la reductora puesta y el pie hundido en el acelerador lo intento de nuevo. Consigo subir el primer repecho y cuando llego a una curva que da el camino me encuentro a Nati atascada con su moto y tengo que detenerme. Le echamos una mano a Nati que a base de empujones y de llenarnos a todos de polvo finalmente lo consigue y alcanza la pista. Yo no tengo tanta suerte, la parada me ha hecho perder el impulso que traía y el firme, que es una mezcla de tierra suelta y piedras, se escurre bajo las ruedas y no me deja avanzar. Tengo que retroceder unos metros y volverlo a intentar. Acelerador a fondo y a por ello, consigo unos metros más pero me atasco de nuevo en medio de una polvareda enorme, todos los que están alrededor, menos Chuchi que acaba de llegar corriendo por la cuesta y que bastante tiene con filmar y recuperar el aliento, me hechan una mano y empujan todo lo que pueden. Chuchi, mientras filma, grita como un poseso "¡a golpes de acelerador! ¡a golpes de acelerador!...", (frase que más tarde se hará célebre) y entre unas cosas y otras, metro a metro consigo llegar a la pista y todos gritamos de alegría.

- Subiendo por una ladera.

Viendo lo que nos ha costado pasar a Nati y a mi, decidimos buscar una ruta alternativa continuando por el cauce del río. Al poco rato aparece un camino que desde luego es mucho menos "pindio" y que no hubiese presentado problemas de no haberse parado otra vez el coche de Carlos y Cris, en mitad de la cuesta. Afortunadamente, el Patrol consigue ponerse a su vera y con unas pinzas y algo de paciencia consiguen arrancarlo y subir hasta el camino. Luis entretanto ha optado por la ruta "dura" y ha seguido mis pasos. El coche no lo consigue solo y tienen que utilizar las planchas. Finalmente llega a la pista con éxito y con las planchas un tanto arrugadas.

- Un vadeo.

A partir de aquí encontramos algún que otro corte, pero los afrontamos sin mayores dificultades. Nos cruzamos con una pareja de "vejetes" a bordo de un flamante Nissan Terrano azul oscuro, que se detienen junto a nosotros para preguntarnos en que estado se encuentra la pista. Se lo pintamos muy mal, pero aun así deciden seguir adelante. Supongo que terminaran dándose la vuelta, porque atascarse en uno de los cortes siendo solamente uno para empujar, es casi una garantía de problemas serios, por muchas espinacas que se coman.

Lentamente hemos ido descendiendo de las montañas, remontamos una pequeña loma y aparece ante nosotros la llanura sobre la que se asienta Midelt, nuestro destino y el fin de las pistas del Alto Atlas, esta vez, pese a todo, lo hemos conseguido. Llegamos a Midelt y nos detenemos en el Hotel, el aspecto que tienen los vehículos cuando los aparcamos en batería, es ciertamente penoso, nos llevamos la mitad del barro del Atlas. No se reconocen las pegatinas ni el color original de cada coche, son todos marrones y estamos muy orgullosos de ello. En realidad para un aficionado al 4x4, cuando su coche se llena de mierda haciendo el burro en el monte, es como si le hubiesen colgado unas medallas y lo contempla lleno de orgullo y admiración, ahuyentando violentamente a cualquiera que se arrime con intención de limpiar. Aunque no vamos vestidos para la ocasión, entramos en el bar del hotel y nos empapamos de Heineken helada, es fantástico. Aprovechamos para llamar por teléfono a casa y decir que seguimos bien. En el exterior se agolpa una multitud de vendedores-paliza, que han llegado atraídos por nuestra presencia. Compramos minerales y fósiles, hay unos dientes de tiburón fosilizados impresionantes. Candela y yo compramos a medias un fósil de caracol cortado por la mitad y cada uno nos quedamos con una parte, como recuerdo de la ocasión. Es tarde y tenemos que recorrer muchos kilómetros hasta llegar a Rabat, además con la suerte que tenemos, todavía se nos puede torcer algo. Salimos hacia el norte por la misma carretera que recorrimos al salir de Meknes. Da la impresión de que aquí se trabaja más rápido que en España, puesto que ya no queda ni rastro de los montones de tierra que atravesaban la carretera de parte a parte, hace tan solo unos días. Atravesamos de nuevo los grandes bosques de cedros, continuando en la misma dirección, hasta unos 10 Kms. antes de llegar a Meknes, que tomamos un desvío a la izquierda por la P-34, que se dirige al oeste, en dirección a Rabat. Nuestra idea es llegar a Temara Plage, unos 20 kilómetros al sur de la Capital, también en la costa, en donde nos quedaremos en un camping.

Los kilómetros van pasando y la noche nos cubre de oscuridad. Es en este momento cuando nos damos cuenta de que la tragedia se cierne de nuevo sobre nosotros: los del Patrol contemplan atónitos como van fallando uno a uno todos los sistemas eléctricos del coche, primero el encendedor, luego los relojes, la luz del salpicadero y los faros, que alumbran menos que una cerilla mojada. El alternador está fallando y no carga lo suficiente la batería, que se va agotando lentamente, hasta que finalmente el coche se para y tenemos que detenernos todos en la cuneta.

Candela, que también entiende un rato de mecánica, se encarama en el motor y como si se tratase de un cirujano nos va pidiendo el instrumental... al cabo de un rato extrae el "órgano" estropeado (el alternador) y a su vez lo despieza. Finalmente después de examinarlo a conciencia emite un diagnostico: las escobillas están jodidas. La noticia cae como un jarro de agua fría, hemos traído montones de recambios, pero a nadie se le hubiese ocurrido traer "escobillas para el alternador". Mientras todos calculamos sin hablar la magnitud de la putada, de pronto se alza sobre el silencio la voz de Candela que le dice a Montse "Cógeme unas escobillas nuevas que tengo en el salpicadero junto a las cintas de música..." Increíble pero cierto. El tío se ha traído unas escobillas de repuesto, no doy crédito a lo que oigo, mira que yo he cargado con cosas, pero unas escobillas sólo las puede traer José. ¡Que nivel! Todavía queda un problema por solucionar, las escobillas hay que soldarlas. Candela y Luis se van a buscar algún sitio en donde puedan hacerlo, mientras que los demás esperamos. Carlos ha extendido su manta en el suelo y todos tratamos de tumbarnos encima, es la manta más concurrida de Marruecos. Picamos algo mientras esperamos, nos hacemos fotos y calculamos que es lo próximo que nos puede ocurrir... Finalmente regresan con la pieza soldada y ponen manos a la obra para volverla a colocar en su sitio. La aventura que nos cuentan tampoco está mal, como no han podido encontrar un soldador, han tenido que soldar la pieza con un hierro al rojo. El caso es que el invento funciona y podemos continuar la marcha.

Paramos a tomar un café en Tiflèt, la verdad es que vamos todos medio dormidos. Yo me tomo un "cubata" de café, esto es, una coca-cola con un café negro bien cargado. Nos refrescamos y decidimos intentar llegar a Temara, a unos 60 Kms. de donde estamos. Los sesenta kilómetros parecen doscientos, muestro estado es lamentable, hasta los de las motos van que se duermen y yo me hecho agua por la cabeza para despejarme, tenemos que detenernos un par de veces para fumar un cigarro e intentar despertarnos. Cuando llegamos a Rabat, la capital del Reino, nos despejamos un poco, seguimos las indicaciones para llegar a Temara pero nos perdemos y terminamos en lo que podemos llamar "los suburbios". Belén que siempre a sido muy juiciosa, nos hace ver que como sigamos mucho rato en esta zona, con la suerte que tenemos, lo menos que puede pasar es que nos enculen. Decidimos hacerle caso y salimos pitando. Después de dar unas doscientas cincuenta mil vueltas por la ciudad, conseguimos encontrar el camino correcto y llegamos a Temara.

Todo iría bien si el camping estuviese en donde se supone que debiera, pero no está. Preguntamos a un transeúnte y nos dice que no hay tal camping. Otra para la colección. Está claro que no podemos continuar, Nacho se duerme en la moto y yo ya no tengo más agua para echarme por encima. Estamos debatiendo que hacemos, cuando se nos acerca un peatón y le preguntamos en donde podemos encontrar un camping, nos dice que tiene una caravana instalada junto a la playa, a unos metros de donde nos encontramos y que si queremos, puede hablar con el dueño del terreno para que nos deje acampar por una noche. Dado el estado en que nos encontramos, decidimos que el camino más corto para llegar al saco de dormir, es aceptar la oferta. Nuestro anfitrión sube conmigo en el Suzuki y damos un pequeño rodeo para llegar al lugar en cuestión, no hay problemas con el dueño. Quedamos para tomar un té con el árabe, después de que montemos las tiendas. Mientras lo hacemos nos damos cuenta de que el sitio está un poco "cutre", pero al hambre no hay pan duro. Y hablando de hambre, el único que no ha perdido el apetito soy yo, me ventilo un par de latas mientras los demás se van a la cama sin cenar.

Elena, Luis y yo nos acercamos a la caravana del árabe y como lo prometido es deuda nos prepara un magnífico té. Sentados en su improvisada terraza, nos quedamos mucho rato charlando, mientras una fina llovizna nos va mojando la ropa. Nuestro anfitrión resulta ser un tipo muy agradable y culto, trabaja en Rabat de funcionario en no se que ministerio y está aquí pasando unos días de vacaciones con su hijo, un chavalillo muy majo. Entre otras cosas se ofrece a hacernos de guía la mañana siguiente, para que no tengamos dificultades en llegar al Consulado. Cuando casi se nos cierran los ojos nos despedimos y nos vamos a dormir.

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