Viaje 1998 - 4ª Etapa: Puerto / Tinerhir |
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20 Agosto 1998, Jueves.
Amanezco con tal dolor de cabeza que casi me dan ganas de ponerme dos pares de gafas de sol, de lo que me molesta la luz del día. Creo que va a ser una mañana difícil. Desayunamos y recogemos el campamento ante las miradas de media docena de jóvenes pastores. Como siempre nos sacan unos paquetes de tabaco y algunas golosinas, pero son tan amables, que da gusto tener un detalle con ellos, son la antítesis de los animales de ayer.
Arrancamos a eso de las 10:00 A.M. Mientras descendemos del puerto, tratamos de contactar de nuevo con los Suzukis, pero esta vez no tenemos éxito. Se ve que con la prisa que llevaban, han debido de llegar mucho más lejos que nosotros.
Vamos cruzando valles, aldeas y pequeños puentes,
recordando a cada momento escenas de viajes anteriores. No tenemos más problemas con la
gente en ningún pueblo de los que atravesamos, así que habrá que marcar como punto
negro Tizi-n-Zou para procurar evitarlo en lo
posible en otras ocasiones.
A los pocos kilómetros pasamos por el sitio exacto en donde nos
dimos la vuelta en el viaje de 1990 debido a las riadas, pero en esta ocasión esta todo
más seco que en el mismísimo desierto. Paramos a comer en la inmensa planicie que hay
nada más pasar Ait Hani. Nos llama la atención que
pese al rato prolongado que tardamos en comer, no se nos presenta nadie a dar la paliza.
Se agradece.
Después de comer, decido perseguir a Nacho para medir un poco más
las posibilidades de mi nueva montura, ya que hasta ahora he procurado llevarlo muy suave
teniendo en cuenta que ha salido de casa con 800 Km. en el marcador. Le pongo la
suspensión en "Dura" y clavo el pie en el acelerador, hasta que llego a poner
nervioso a Nacho que no es capaz de dejarme atrás, volamos en varias ocasiones y casi me
hago un recto en una curva, pero el Mitsubishi responde muy por encima de lo que hubiese
imaginado teniendo en cuenta la carga que lleva y los pocos kilómetros de su propulsor.
Como cada vez me entusiasmo más y ya hemos dejado tan atrás a Benson, Ana, Candela y
Montse, que ya no les copiamos por la emisora, mi mujer me convence suavemente (con un par
de gritos bien dados), de que quite el pie del acelerador y paremos un rato a fumar un
cigarro mientras esperamos a los demás, no vaya a ser que le estropee nuestra
"inversión" en el primer viaje (esto no me ocurría con el Suzuki que nos costo
600.000 Ptas.). Como si fuese el colofón a mi carrera con el Montero, pasamos junto a una
italiana ma-ci-ci-si-ma, con un "top" y unos "shorts" ajustadísimos
que quitaban el sentido, que dando saltos junto a un Patrol nos jaleaba con bravos y
aplausos mientras pasábamos a su lado como dos exhalaciones. Los demás tardan un montón
en llegar y mientras lo hacen Nacho me comenta que esta asustado de que le siguiese,
teniendo en cuenta que el no podía correr más con la XT (mi culo como un paraguas...) y
que cuando ha visto a la italiana ha estado a punto de salirse de la pista e irse a un
bardal con moto y todo, de lo impresionado que se ha quedado con ella.
Todos juntos de nuevo, seguimos hacia la entrada de las Gargantas,
en donde trataremos de encontrar una botella con un mensaje en el interior, que le dejamos
a Luis ("Motero" en el 90 y "Cuatrero" en el 92, que no pudo venir en
el 94, ni en este del 98), hace cuatro años por si venía con la moto de nuevo por estas
tierras. Todos pensamos que es más que improbable que después de cuatro años la botella
con el mensaje siga en su sitio, sobre todo si alguien nos vio esconderla en su día, pero
hacemos apuestas entre nosotros. Pese a que he apostado a que no la vamos a encontrar, un
hormigueo en el estómago me dice que aun no he perdido la esperanza.
Llegamos a la ermita que marca el inicio de las gargantas y nada más detener los vehículos, Candela y yo salimos disparados hacia ella, ante la mirada atónita de unos pastores beréberes. Nos detenemos con la espalda pegada a la pared en la que se abre la puerta y a grandes zancadas vamos contando los 15 pasos a lo largo del farallón que nos han de indicar el lugar exacto en donde escondimos la botella cuatro años atrás. 12, 13, 14 y 15, Candela retira una piedra encajada en una de las grietas de la pared y como por arte de magia saca la botella ¡intacta! Saltamos de alegría, aunque parezca mentira nadie la ha tocado en estos cuatro años. Hacemos fotos tomamos unos "chupitos" y celebramos con grandes aspavientos nuestra pequeña anécdota. Candela y yo acabamos de "palmar" la apuesta y tendremos que pagar unas Heineken heladas a los demás, en el primer sitio que encontremos en donde las tengan. Los pastores que nos observan desde que llegamos tienen una expresión de "Joder, con lo que se alegran estos, seguro que es algo bueno y lo hemos tenido delante todo este tiempo sin habernos dado ni cuenta". Ni siquiera se acercan a pedirnos nada. Decidimos no abrir la botella, así que la guardamos y emprendemos el descenso por las Gargantas.
Paramos en varias ocasiones, sobre todo para que José y Ana hagan fotos de los muros de piedra roja que nos van encajonando a medida que avanzamos, es la primera vez que están aquí y las Gargantas a última hora de la tarde cobran un aspecto impresionante. Encontramos a varios españoles haciendo el camino a pie y a varios escaladores colgados de una de las paredes más impresionantes. Penetramos en la parte mas angosta de las Gargantas en la más profunda penumbra ya casi de noche. Detenemos los coches y una vez más quedamos sobrecogidos por el magnífico espectáculo del desfiladero. Los hoteles situados en el fondo del cañón han mejorado mucho desde la última vez que estuvimos y se ve una gran actividad en ambos. Preguntamos el precio de las habitaciones en uno de ellos y como vemos que se están "subiendo a la parra" decidimos acercarnos hasta Tinerhir y probar suerte en el Sahro, que al menos tiene piscina y siempre se agradece poder darnos un buen chapuzón. Encontramos mucho tráfico en la carretera de Tinerhir; ciclomotores, cantidad de bicicletas, pequeñas furgonetas cargadas hasta los topes, coches con los faros apuntando directamente a nuestros ojos y miles de peatones, todos circulando con la máxima anarquía, ¡emocionante! Llegamos al Hotel y tenemos suerte, hay habitaciones libres. En el aparcamiento vemos los coches de los de Huelva, tanto correr, para llegar al mismo sitio que nosotros a hacer noche... Cenamos en el restaurante del Hotel. Tomamos unos whiskys junto a la piscina.PD: Las habitaciones cada vez están peor, este hotel que era casi bueno en 1990, se ha ido deteriorando paulatinamente hasta convertirse en la porquería que es hoy en día. Grietas y desconchones, el aire acondicionado parece diesel del ruido que hace y apenas enfría (todos tenemos que apagarlo durante la noche para poder conciliar el sueño), todo se ha ido deteriorando y se ve que no han gastado ni un solo dirham en mantenimiento. Lo único que se ha ido actualizando han sido los precios. Lamentable.
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