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Relatos 4x4

Africa I y II

 


AFRICA  I

Benidorm, septiembre de mil novecientos sesenta y ocho. Vacaciones familiares con mis padres y hermanos. Contaba yo con ocho años de edad. Un día más de playa. La fina arena de esta localidad alicantina permitía construcciones nunca imaginadas por los que como yo sólo habían moldeado la gruesa arena del litoral barcelonés. Esperamos la hora de la cena en la terraza del hotel. Estoy con mi padre observando la noche. Alguien manipula el dial de una radio y como ocurre a menudo en nuestras latitudes una emisora encontrada al azar desgrana música mora. Pero esta vez la nitidez del sonido es considerable. Se lo hago notar a mi padre.

- Estamos más cerca de Africa que de Barcelona - sentencia mi padre. La piel se me pone de gallina. Una sensación ahora inenarrable recorre mi cuerpo. Una cosa esta muy clara. La mención del continente africano no me deja indiferente. Este es mi primer recuerdo relacionado con Africa. También uno de los más intensos.

Desde muy pequeño me he sentido atraído por los climas extremos. Desierto, tundra, alta montaña, casquetes polares han ocupado mi imaginación. Shackleton, Cook, León El Africano, Ibn Battuta, Amudsen, Scott, Hillary, Rebufat, Bonatti y Messner entre otros han sido mis ídolos. Mi afición por el alpinismo me hacía imaginar ascensiones a las cumbres del Atlas aunque mi actividad se limitara al macizo del Montseny y al Pirineo Catalán. En 1977, a los diecisiete años, viajé al Cabo Norte (Noruega) con una Vespa. La mía propia estaba tan dañada por el uso de 12 meses que el concesionario de la marca, gracias a la mediación de Jaime Alguersuari (Director de la revista SoloMoto), que me ayudó tuvo de prestarme una motocicleta nueva para la ocasión. Fueron en total 32 días de agotadora conducción a través de 9800 kilómetros por la Europa más rica y el Norte más desolado en una época políticamente interesante y a una edad que hoy juzgo precoz. También significo la última ayuda financiera de este tipo, que no moral, por parte de mi familia.

En las revistas de motocicletas de las que era un ávido lector un tema me interesaba por encima de los demás: las expediciones por el Sahara. Aventuras como la de Jaume Llansana que con una Ducati de carretera viajó desde Igualada a Ciudad del Cabo, la travesía del Tanezrouft del madrileño Marcelo Salán en una Sanglas o los viajes por la mítica Transahariana hasta Tamanraset. Me gustaría haberlo hecho con una Vespa. Pero si bien no me amedrentaba ir por Europa si que me causaba respeto cruzar el estrecho. Además mi situación financiera como estudiante sin ayuda no me permitía ninguna clase de gasto que no fueran los de mera supervivencia.

El servicio militar en Sevilla me permite un tímido nuevo acercamiento al Sur. La arquitectura que me rodea, las gentes, los ritmos y el rótulo indicador de Algeciras frente al cuartel en caracteres árabes me reavivan el gusanillo. Pero realmente de lo que se trata en la mili es de todo lo contrario. Que no te toque ir ni a Ceuta ni a Melilla. Y mucho menos en Regulares por muy parecido que sea el uniforme al de Cary Grant en Beau Geste. Algunos mandos lucen distintivos con la media luna o siluetas de dromedarios, testimonio de su estancia en tierras africanas.

Nieto de pescador, me siento atraído por el mar. Amante de los deportes en los que interviene la velocidad me apasiono por el windsurf. Es este deporte el que me hará contactar de nuevo con Africa. Acudo con cierta asiduidad a navegar a Tarifa. Las aguas del Estrecho aunque difíciles, cuentan con el bien más preciado por el windsurfista: el viento. Cuando las condiciones atmosféricas lo permiten es posible ver claramente Africa. Está tan cerca.

Intento convencer a mis amigos:

- El año próximo nos traemos el pasaporte y un día que no haga viento nos vamos a Tánger en el ferry...

Mi vida se va estabilizando. Me caso.Trabajo estable. Por fin un Setiembre de 1990, un día sin viento, y sin pasaportes por supuesto, hartos de deambular por Tarifa aburridos decidimos ir a Ceuta. Ceuta, territorio de soberanía española pero continente africano. ¡Al fin!. Percibo un ligero aroma magrebí pero el carácter de plaza militar y de duty-free lo ahoga por completo. A la vuelta telefoneo a mi mujer que está en Barcelona.

- Esther, ¿ a qué no sabes dónde he estado?

- En Africa.

- ¿Cómo lo has sabido?

- Te conozco como si te hubiera parido.

Ella sabe que aunque vaya a Ceuta, yo voy a Africa. Porqué dónde yo deseaba ir era a Africa.

Invierno en Barcelona.Con mi mujer vamos al cine a ver la película de Bernardo Bertolucci "El Cielo Protector". Salgo de la sala medio atontado. Mi mujer, de profesión bióloga, me da una conferencia sobre las posibles enfermedades que han acabado con Port, el protagonista. A mi no preocupa este aspecto. Pienso en la ciudad mediterránea, afrancesada a la fuerza pero musulmana, dibujada bajo la canción "Je Chante". En las dunas doradas. En los palmerales. Y dentro del atontamiento soy consciente que los paisajes de la película son totalmente actuales, no son decorados. Están allí. Me están esperando. ¿Pero por cuanto tiempo? La angustia empieza a aparecer. Mi mujer prefiere viajar a Viena, Roma o Amsterdam. Para mi estos son destinos propios de la jubilación. No soy amante del turismo urbano exclusivo. Me gusta conocer un país por sus ciudades, sus pueblos y su naturaleza más salvaje. Y por encima de todo, sus habitantes. Los años van transcurriendo. En Noviembre1992 nace mi primer hijo, Jordi. A la vez que inmensamente feliz, cada día me siento más atado. Del mismo modo, mis amigos, eventuales compañeros de viaje, experimentan también el muy grato fenómeno de la familia a la vez que el aumento de sus responsabilidades profesionales.

Lentamente voy poniendo en marcha el engranaje que me va a permitir realizar mi objetivo. En Marzo de 1993 adquiero un vehículo todo terreno económico, un Lada Niva. Con él quiero iniciarme en los secretos de la conducción de vehículos 4x4. Cumplido este objetivo,  al cabo de poco más de un año, en Junio de 1994, vendo el Lada y adquiero un vehículo con motor diesel, más indicado para ser utilizado en tierras africanas y mucho más fiable que el simpático Lada. Se trata de un Nissan Terrano II de chasis corto y será el  vehículo que me llevará a Marruecos.

Quiero ir a Marruecos. Estoy obsesionado con ello y quiero viajar según los siguientes condicionantes: no debo ir entre Junio y Septiembre para evitar el calor. Tampoco entre Noviembre y Febrero pues las horas de luz solar son escasas y en el Atlas hay mucha nieve. Asimismo trato de evitar el periodo del Ramadán. Las vacaciones de Semana Santa son para estar con la familia. Evidentemente todo debe ser compatible con mi calendario laboral y el de mis compañeros de viaje.

El 11 de Marzo de 1995 iniciaba el que sería mi primer viaje a Marruecos. Diez días de duración,  me acompañaba Josep María Sanmillán, Ia, compañero de windsurf y que participó también en la citada excursión a Ceuta. Siempre he querido que la persona que me acompañase estuviese tan interesada como yo en el viaje, y este era el caso de Josep María. En esta ocasión nos acompañaría un guía marroquí, Alami Said al que recogeríamos en Ceuta...

(continuará)

 

AFRICA  II

La mañana era gris. El barco de Trasmediterránea había zarpado de Algeciras un poco más tarde de las diez del domingo. Tras la corta travesía el barco se dirigía a atracar en la terminal de pasajeros del puerto de Ceuta. Allí nos esperaba el guía, Alami Said, que a través de la agencia de viajes habíamos contratado y que nos acompañaría durante toda nuestra estancia. No, no éramos unos potentados que podían permitirse el lujo de un guía particular. La historia era otra.

Tras evaluar las distintas opciones, nuestra intención era efectuar el viaje con una agencia de Ceuta especializada en excursiones con vehículos todo terreno. La inscripción, con un precio muy moderado (cuarenta y cinco mil pesetas por persona), comprendía el alojamiento en hoteles de 4* y 3* en  régimen de media pensión, coche de la organización, asistencia mecánica y técnica (paso de frontera) además de un guía nacional marroquí durante todo el recorrido. Para poner en marcha toda esta infraestructura, el organizador requería un mínimo de seis vehículos participantes. Para nuestra desilusión una semana antes de nuestra partida el número de personas inscritas era solamente de dos. Josep María y yo. Era más que evidente que no habían muchos interesados en visitar Marruecos. Al menos con su propio vehículo y fuera de temporada.

Cuatro días antes de la partida teórica, hablando por teléfono con el organizador, este me explico que no podía hacer el recorrido con menos de tres vehículos. Lo contrario era o bien ruinoso para él o excesivamente caro para los participantes. No obstante me propuso un arreglo, porqué según ellos en Marruecos todos los problemas tienen solución. Se trataba de llevar en nuestro coche al guía marroquí. El se encargaría de todo. Siempre es más seguro ir más de un vehículo, pero en este momento mis pensamientos estaban en otra cuestión. ¿Qué coste podría suponer el tener una persona durante diez días a nuestro servicio exclusivo? La contestación la tuve de inmediato. Debíamos añadir siete mil quinientas pesetas por persona. Por dos personas, quince mil pesetas. Esto incluía los servicios del guía y los gastos de alojamiento y manutención del mismo. De inmediato le conteste que estaba de acuerdo. El guía, llamado Alami Said nos estaría esperando en la terminal marítima de Ceuta.

Estaba lloviendo y la maniobra de atraque había concluido. Nos dirigimos a la bodega para sacar nuestro coche. La mayor parte del pasaje son marroquíes con automóviles y furgonetas con matrículas europeas. Van cargados, muy cargados, excesivamente cargados. Violan no sólo las leyes de Tráfico sino las leyes de la Física.

He de reconocerlo soy un maniático del peso. Una de mis obsesiones durante los preparativos ha sido reducir al máximo la carga de nuestro vehículo. Y no es fácil en un viaje de estas características donde además del equipaje convencional es necesario transportar recambios, botiquín, comida, ... Ya se sabe, a menos peso menos pinchazos, menos esfuerzo de suspensiones, motor, transmisiones, menos posibilidades de quedar atrapados en la arena, es decir menos problemas. Cuando por teléfono me proponen llevar un tercer pasajero pienso de inmediato en el peso. Indago sobre las características personales del que va a ser nuestro cicerone:

- ¿Habla castellano?

- Además de inglés, francés, alemán, árabe y beréber. Por si te interesa también habla catalán. Es un profesional de pies a cabeza. El mejor guía de Marruecos.

- ¿Que edad tiene?

- Anda sobre los cincuenta y dos.

- Yo tengo treinta y cinco y mi compañero veinticinco. Por cierto, ¿cuanto pesa?

- ¿Perdón?

- ¿Cuantos kilos pesa el guía?

- No lo sé. Vaya cosas que preguntas.

- Es que creo que vamos a ir muy cargados...

- Es un hombre robusto, debe estar cerca de los ochenta kilos.

- Y traerá equipaje...

- Claro, una maleta con sus cosas. Tú tienes un coche grande no tienes que preocuparte.

- Bueno, hasta el domingo...

- Si, Alami os estará esperando en la Estación Marítima de Ceuta.

Los marroquíes salen atropelladamente del barco. Al llegar al continente africano parecen experimentar un cambio. Los mismos que aguardaban pacientemente en la cola de Algeciras ahora luchan esgrimiendo sus claxon para salir unos segundos antes del ferry. Por este motivo abandonamos el buque de los últimos. Una figura con chilaba de lana beige nos hace señas. Sin duda se trata de Alamí.

- Bon día! - nos saluda

- Bon día! - contestamos gratamente impresionados por esta simpática bienvenida.

- ¿Tenéis que hacer alguna cosa en Ceuta?  Si no, vamos a cargar gasoil, cambiamos moneda y pasamos la frontera. Yo tengo mi equipaje en la aduana.

- Sólo comprar unos carretes de fotos. Estamos en tus manos. Mientras Josep María compra la película fotográfica en una tienda de la Estación Marítima converso con nuestro guía. No llega a medir un metro setenta de estatura, su peso debe estar alrededor de los cien kilos. Tiene el pelo negro, cuidado, con un leve rizado, usa gafas de montura dorada y su tez es más bien pálida. En absoluto responde a nuestro estereotipo de norteafricano.

- ¿Habéis traído vino? - pregunta Alami.

- No, sólo algunas latas de cerveza y Coca-Cola - no parece muy satisfecho por la respuesta.

- ¿Y queso?

- Si, quesitos - esta respuesta actúa como un jarro de agua fría.

- Hemos traído "fuet" - intento animar

- ¡Perfecto! Antes de cruzar la frontera paramos en una tienda y compramos unas botellas de vino.

- Tengo miedo de que se rompan, además el espacio, el peso...- insinúo tímidamente.

- Tranquilo Jordi, no pasará nada - dice Josep María al que satisface la perspectiva de contar con una reserva de vino.

- Mira si puedes comprar el vino en tetrabrik... - indico a Josep María.

La compra de vino se materializa en doce botellas de litro de vino tinto peleón dentro de una caja de cartón y envueltas a modo de protección con una chilaba. Cargamos el depósito con gasoil a cuarenta y pocas pesetas el litro. Sólo nos queda cambiar pesetas por dirhams. Estamos llegando a lo que parece el cobertizo de la frontera y no parece haber ninguna casa de cambio. Faltarán menos de cincuenta metros.

- Para aquí, en la cuneta - ordena Alamí. Esta lloviznando y el suelo esta lleno de charcos. Alamí se dirige a un hombre con aspecto de vagabundo.

- Cámbianos. Haznos un buen precio - le dice Alami

- ¿Cuanto queréis cambiar? - nos pregunta Alami

- Para empezar treinta mil pesetas, quince cada uno - contesto

El hombre tiene un muy grueso fajo de billetes de dos, cinco y diez mil pesetas en una mano y en la otra mano uno parecido con moneda marroquí. Con rapidez y precisión nos hace un cambio honesto. Llegamos a la frontera española y dialogamos brevemente con un guardia civil. Creo que era un suboficial.

- Vigilad el coche. Los todoterrenos buenos están muy cotizados en Marruecos - nos previene

- Gracias, iremos con cuidado - respondo un poco asustado

- Yo tengo un Toyota y me lo robaron el mes pasado. Lo encontré en Tánger, cuando ya lo iban a camuflar y revender, gracias a mis contactos con los chorizos - prosigue el guardia civil

- Adiós y muchas gracias.

- Que tengáis buen viaje.

Lo que faltaba. Ya nos veo volviendo en autobús. Aún no hemos cruzado la frontera y  ya tengo taquicardia. Cruzamos la tierra de nadie, unos cincuenta metros y llegamos a la aduana marroquí. Siguiendo las instrucciones de Alami, le entregamos nuestros pasaportes, Josep María se queda en el coche y yo con la documentación del vehículo le sigo. Alamí me deja con un funcionario de la Aduana que me rellena los impresos para efectuar la importación temporal del Nissan. Mientras Alami hace cola en una sórdida ventanilla.

- Ah! Barcelona! Barcelona es bona si la bossa sona! Yo he estado bastante tiempo en Barcelona - exclama el funcionario de la aduana.

- Qué, ¿te gustó? - le contesto con ganas de confraternizar.

- Rambla de las Flores, Santa Coloma de Gramanet, Sitges, ... He disfrutado mucho allí. Me gustaría volver. ¿Eres del Barça? ¡Qué fenómeno Romario! - continua hablando mientras va rellenando los impresos.

- Qué bien lo conoces todo. Es maravilloso conversar contigo. Me halaga mucho que te guste mi ciudad.

- Gracias amigo. Oye, mira, pero no le digas nada a tu amigo (se refiere a Alami). Dame una propina por arreglarte los papeles. Aquí cobramos muy poco, casi nada. Venga amigo de Barcelona... Mis primeros minutos en Marruecos y ya estoy tratando con un funcionario de aduanas que me pide dinero. ¿Y cuanto le doy? Ni por un momento se me ocurre preguntárselo porqué es capaz de pedirme cualquier barbaridad. Con la seguridad que da tener a Alami cerca intento una operación a la baja, a ver que pasa. Saco del bolsillo una moneda de cien pesetas y se la entrego disimuladamente. Se muestra satisfecho. Creo que he acertado. Me pide que le siga. Nos acercamos a una ventanilla dónde un policía entra lo que intuyo son los datos del coche y los míos propios en un terminal de ordenador.

- Muchas gracias amigo. Lleva este papel siempre junto al permiso de circulación y no lo pierdas, te lo pedirán cuando vuelvas, sin él no podrías sacar el coche de Marruecos - dice el funcionario devolviéndome la documentación y expresando con su rostro agradecimiento. Mientras efectuaba mi tarea observaba el ir y venir de Alami y de sus compañeros de cola de una ventanilla a otra. Pero también el ha finalizado los trámites.

- ¿Como te ha ido? - me pregunta Alami

- Ningún problema, ha sido muy servicial - le contesto omitiendo el episodio de la "mordida".

Subimos nuevamente al coche y finalmente pasamos la inspección del equipaje sin ningún problema. El último policía nos franquea el paso y ya estamos en Marruecos. De inmediato, Alami nos hace detener el coche. Baja y se dirige a un anciano de reducida estatura. Se trata de la persona que ha estado al cuidado de su equipaje. Alami le da unas monedas e introduce una pequeña maleta negra en el coche, su equipaje. Ahora hacia el Sur, siempre rumbo Sur.

Alami ocupa el asiento posterior derecho del vehículo. Josep María y yo nos turnamos en la conducción. Pasamos por Tetuán donde compramos unos bocadillos. La lluvia empieza a ser más intensa y la escasa calidad del pavimento no permite alegrías. Pero no importa, queremos saborear sin prisa este paisaje tan deseado. Abandonamos el litoral y bajo una lluvia torrencial llegamos a Chefchaouen.

- Vamos a tomar un café. Invito yo - dice Alami

- No Alami, de ninguna manera - contestamos

- Si, iremos a un bar que es propiedad de mi hermana. Como si fuera mío. Es vuestra última oportunidad de tomar un café decente. En adelante sólo habrá té. - sentencia.

Al oír las palabras de Alami viene a mi memoria un episodio de "El Cielo Protector" que releo en la novela de Paul Bowles: ""Oh, but my dear Mr Moresby! This is positively luxurious. This is the best hotel you'll find between here and the Congo. There's nothing after this with running water, ...""  (que más o menos sería: Oh querido Sr. Moresby, este hotel es muy lujoso, es el mejor hotel que se puede encontrar entre aquí y el Congo. A partir de aquí acaba el agua corriente.).."

¿Continuará...?

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