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Relatos 4x4

La rueda hace "pssssss"

 


Erase una vez, en el Reino Mágico de los Atascos, un héroe cuya especialidad consistía en pinchar las ruedas de su montura. Era una habilidad innata. Las pinchaba de todas maneras, con clavos, con alambres, con lascas de pizarra, en la banda de rodadura, en los flancos, no había parte de la rueda ni forma de pinchar que el no dominase. Una vez pincho siete a la vez, fue casualidad, como el humildemente reconocía, pero le valió para que le pusieran como lema: "Siete de un Golpe" (curiosamente el mismo que tenia el Sastrecillo Valiente).

Nuestro protagonista depuro su habilidad probando con las mas diversas marcas, empezó a forjar su técnica con las Good Year Wrangler A/T, lo cual no tiene mucho mérito puesto que estas ruedas se pinchan con un palillo de dientes. Un paso adelante supuso la monta de las Cooper Discoverer LT, consideradas entre las ruedas mixtas mas duras y resistentes, pero tampoco supusieron un reto demasiado difícil para nuestro campeón, que después de mucho buscar encontró el reto definitivo:

- ¡Las ruedas mas difíciles de pinchar! -, le decía un herrero;

- ¡Jamas pinche una! - decía un carretero;

- ¡Un mes en Berberia y ni un pinchazo! - decía un posadero.

De esta manera nuestro héroe decidió intentar el mas difícil todavía: pinchar las Cooper Discoverer STT, bonitas, relucientes, ¡que tacos!, cinco lonas, un autentico desafío.

Una fría y lluviosa mañana de Marzo nuestro amigo se dispuso a partir, junto con los testigos que darían fe de su hazaña - el malvado Cadenas y el avieso Trompitos -, en busca del sitio adecuado para consumar su hazaña. Se dirigió, sin prisa pero con una ferrea determinación, a las húmedas montañas de los Galaicos, raza a que el pertenecía. Después de atravesar nevados pasos montañosos, cortafuegos de vertiginosa pendiente y fríos bosques infestados de lobos, encontró, ¡ POR FIN !, el lugar idóneo para su empresa: una estrecha corredoira, inclinada, húmeda y con amenazadoras lascas de pizarra que prometían ayudarle en su empeño.

Con la emoción desbordando sus ojos y la alegría contenida con dificultad, nuestro amigo se dirigió con cautela hacia la corredoira. Aunque su instinto y ambición le ordenaban que se lanzara como un poseso, su cerebro le domino e impidió que su ímpetu restara credibilidad a la hazaña que se disponía a acometer.

Las primeras rampas, inclinadas y boscosas, intentaron, con malas artes, arrancar la antena de la emisora, dejando una cicatriz en el lomo de su montura. Sin embargo, para consternación de nuestro paladín, las ruedas seguían intactas.

Nuestro amigo empezaba a desesperar cuando a lo lejos vislumbro una remota posibilidad. La chispa que brillaba en sus ojos delataba su excitación mientras entraba en la aldea indígena. Las fieras encadenadas aullaban a su paso y los domesticados buitres se relamían en sus corrales. Mientras, el malvado Cadenas y el avieso Trompitos, inspeccionaban el lugar en que iba a tener lugar el desafío final para asegurarse que no estuviese amañado.

El silencio podía mascarse, las fieras callaron de repente, asumiendo que algo grande iba a suceder.

Primera reductora........, diez metros......, veinticinco......, cien...., el sudor resbalaba por su frente, ¡doscientos metros!......., doscientos cincuenta......, los nervios comenzaron a aparecer, ¡¡ trescientos metros...........................!, de repente las palabras mágicas:

- Hemos pinchado.

- Imposible.

- La rueda hace psssss.

- No puede ser.

La conversación parecía irreal, ¿lo había conseguido?. Nuestro amigo se dispuso a comprobarlo, las piernas le temblaban y el sudor empapaba su espalda.......

- ¡Maldita sea!, ¡las ruedas están bien!.

- Pues la rueda hace pssss - insistía su prometida.

Nuestro héroe, desecho por el disgusto y dispuesto a reconocer su fracaso, volvió a tomar las riendas de su montura. El silencio esta vez no era por la tensión sino por el fracaso. De repente volvió a oír.

- La rueda hace psssss, mucho pssss.

Silencio.

¿Seria verdad?

- La rueda ahora hace glu, glu, glu,....

 

Nuestro amigo, olvidada ya la precaución, salió como una centella con el objeto de verlo por si mismo. Se acerco a la rueda y, de rodillas, con lagrimas de alegría y la voz entrecortada por la emoción, lanzo a los cuatro vientos su grito de jubilo:

- ¡¡¡ HE PINCHADO !!!, exclamo.

- ¡¡¡ HE PINCHADO !!!, comunico por la emisora al malvado Cadenas y al avieso Trompitos.

- ¡¡¡ HE PINChadooooooo...............................

Por fin lo consiguió.

NOTA DEL AUTOR.

Esta es la historia de una ambición, y de la lucha de una voluntad para conseguirla, espero que sirva como lección, hay que luchar sin desespero por lo que uno desea fervientemente. El resto de la historia no tiene ese tono épico, nuestros protagonistas sacaron el gi-li (como muy bien lo han rellamado), levantaron la rueda, le pusieron un par de churritos (del kit antipinchazos que todo el mundo debería llevar en su coche), la hincharon, y siguieron el resto del fds sin problemas.

(la historia sigue a continuación).

Nuestro amigo fue reconocido como el mejor pinchador de ruedas del reino y hasta el día de nos ha llegado noticia de su gesta gracias a los juglares que siguen cantando sus hazañas por los caminos. Los niños quieren ser como el, y su epopeya fue el comienzo de esa bonita tradición infantil que es pinchar globos.

Y nuestro héroe y su prometida fueron felices y comieron perdices, y el Rey les regalo un Hummer.

FIN.

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