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Relatos 4x4

Africa III - Assis de Tagounite

 


(Septiembre 1995)

Aquel día salimos pronto del Hotel Kasbha Asmaa de Zagora. Ciertamente debería decir que nos levantamos pronto ya que la partida se retrasó debido a la imposibilidad del jardinero-vigilante-camarero, el único empleado del hotel presente a las 7:00 para efectuar un cobro con tarjeta de crédito Visa. Nosotros sabíamos como todo viajero que si se desea salir pronto, siempre es más prudente pagar la noche anterior. Pero una cosa es la teoría y otra la práctica. Una hora más tarde nos dirigimos rumbo Sur.

Pasamos por Tamegroute y llegamos a Tagounite. Deseamos tomar la pista de Foum-Zguid siguiendo el rutómetro del libro "Guía TT de Marruecos" denominado "La Ruta de la Desolación". Se trata de un recorrido de aproximadamente 160 kilómetros paralelo a la difusa frontera con Argelia. En la actualidad esta pista sólo es utilizada con fines turísticos. Los camiones utilizan normalmente la otra pista que existe más al norte, tras el Jbel Bani, más corta pero con menor interés paisajístico.

Aunque todas las fuentes fiables que hemos consultado con anterioridad coinciden en que se trata de un recorrido sin dificultad no nos entusiasma afrontarlo en solitario. En nuestro ánimo pesa que ayer nos perdimos siguiendo el rutómetro entre Merzouga y Rissani y la enganchada en la arena fech-fech de anteayer. Además el filtro del gasoil estaba sujeto por pulpos pues el soporte se rompió. La noche anterior, de forma casual, reencontramos a unos australianos que conocimos unos días atrás en Imilchil a los que propusimos que se unieran a nosotros. Pero no deseaban forzar las mecánicas ni el físico pues a ellos y sus Land Rover les quedaba un largo trecho hasta Ciudad del Cabo y preferían tomarse una jornada de descanso.

Las otras fuentes, las no fiables, detallaban grandes dificultades para orientarse en el desierto, subrayando la gran facilidad de entrar en territorio argelino dónde una vez capturados los turistas son directamente ejecutados, degollados para ser más exactos... Todo estos problemas desaparecían si se contaba con un guía experto que cobraría unos modestos honorarios cercanos a los 1000 dirhams. Los guías más agresivos incluso exigían ser ellos los que condujeran debido a su mayor destreza y a una total desconfianza en la habilidad del turista.

Decidimos parar en el cruce de la carretera de Mhamid con el inicio de la pista a Foum-Zguid. Queremos ver si hay algún otro vehículo que también se dirija en esa dirección y así efectuar juntos el recorrido.

Mientras Pocurull se queda en el coche yo me dirijo a pie hacia el pueblo, concretamente hacia lo que parece el café, por si veo a alguien que pueda ir en nuestra dirección. No se ve nadie. Me dirijo en francés a un policía.

- Deseamos ir a Foum-Zguid. ¿Hay algún problema? - pregunto

- ¿Qué coche lleva?

- Un cuatro por cuatro.

- Así no hay problema.

- Pero, ¿es fácil perderse?

- No, no hay problema. Está marcada.

- ¿Ha pasado por la pista recientemente?

- No, nunca, pero se que está bien.

Me deja más tranquilo pero no lo suficiente como para iniciar la marcha solos.

- ¿Sabe de alguien que pueda acompañarnos? ¿Un guía? - pregunto

- Si, creo que si - contesta tras unos instantes de reflexión

Mientras, algunos curiosos se han ido acercando a nosotros. El policía se dirige a uno de ellos en árabe:

- Ve a buscar a Assís.

Al poco rato el policía me presenta un chico de unos veinte años, tez muy oscura, de mediana estatura y aspecto de atleta.

- Encantado de conocerte Assís. ¿Conoces la pista de Foum-Zguid? - pregunto de inmediato.

- Si, no hay problema...

No se le ve muy decidido. Definitivamente no es como Alami. Mejor así. Podremos vivir la travesía como algo más nuestro.

- Debo pasar por mi casa a recoger mis cosas - dice Assis

- Perfecto. Vamos hasta el coche, te presento a mi compañero y luego pasamos por tu casa.

El grupo de gente interesado en nuestra transacción ha crecido sensiblemente y en comitiva nos dirigimos hacia el coche donde nos espera Pocurull. Este se muestra sorprendido por el despliegue y por el acompañamiento policial.

- Ya tenemos guía. Te presento a Assis - Pocurull saluda al policía y a Assis.

Assis sube al coche y siguiendo sus indicaciones llegamos hasta su casa, una construcción de hormigón prefabricado y adobe con lo imprescindible, casi vacía, pero de superficie considerable. En el suelo del patio hay unas improvisadas pesas confeccionadas con un palo de escoba y dos garrafas de agua de plástico rellenas de barro o cemento. Siguiendo el sagrado deber de la hospitalidad nos acomoda para tomar el té pero agradeciéndole su amabilidad le digo que debemos partir de inmediato. Para evitar sorpresas posteriores deseo dejar claras las condiciones económicas.

- Nada, nada. Ya me darás lo que quieras - dice Assis

- Llevamos el dinero en efectivo justo. Tendré que pagarte en especies, con ropa y comida - le digo

- Nada, nada. Con un t-shirt me conformo.

Su equipaje consiste en un che-che azul tuareg y tres cassettes de música muy usados.

Le explico claramente cuales son nuestras condiciones, porqué lo hemos contratado.

- Mira, a nosotros nos gusta encontrar el camino por nosotros mismos. Tenemos un road-book que detalla todo el camino hasta Foum-Zguid. Sólo deseamos que seas nuestro chaleco salvavidas y que nos evites efectuar errores graves en el rumbo. Por favor, no nos indiques en cada cruce la dirección correcta. En caso de duda te preguntaremos.

¿Qué debe pensar Assis? Lo contratamos como guía pero no le dejamos señalar el camino. ¡Qué raros!

Assis no habla castellano. Mezclamos, mejor fundimos, francés e inglés hasta crear una jerga de supervivencia.

La pista relativamente rápida, apenas se dibuja en la llanura. Por primera vez en este viaje vamos hacia el norte, concretamente rumbo noroeste (315º), hacia el Djebel Bani.

Tras superar un paso pedregoso, enfilamos con rumbo sudoeste hacia una extensa llanura. La pista es rápida y cómoda. Llegamos a un pozo. Encontramos en él a una mujer sacando agua para su rebaño de cabras. No se divisa nada más que el pozo, la cordillera del Bani al norte y al sur y al oeste el horizonte. Al este nuestros pasos. La visibilidad no es muy buena, el viento aunque muy suave es suficiente para alzar una tenue cortina amarilla. No debe necesitarse ningún huracán para desencadenar una tormenta de arena. El sol está muy alto. De poco sirve para orientarse. Además su luz cenital hace que las sombras sean mínimas por lo que es difícil reconocer el relieve que pisamos. El calor es soportable, la luz muy intensa. Desde que llegamos a Erfoud estoy utilizando gafas de alta montaña con protectores laterales, con la ventaja de que estos también protegen de la arena y otras partículas. Tengo los labios destrozados. Vengo aplicando crema protectora pero es inútil, la sequedad y el sol son demasiado potentes.

Continuamos la marcha. La monótona canción árabe del cassette de Assis que está sonando me está adormeciendo. Sin preguntar opiniones pulso el eject y saco la cinta.

- Has sacado la cinta en el trozo de canción en el que la madre esta llorando su hijo que acaba de morir en sus brazos - comenta Assis con seriedad.

- Lo siento - digo como si le diera el pésame y lamentándome, una vez más, por mi falta de tacto - Lo vuelvo a poner de inmediato.

- No te preocupes no tiene importancia - responde Assis.

Seguimos nuestro camino escuchando más música. Me apetece escuchar la banda sonora de "El Cielo Protector". Assis, entusiasmado, la reconoce de inmediato aunque la denomina "Thé au Sahara", titulo de la primera parte del libro de Bowles. Me cuenta muy brevemente "su" argumento: una chica americana viene al desierto de vacaciones y se enamora de un tuareg.

Continuamos avanzado hacia el oeste. El estado de la pista es muy variable. Existen buenos tramos de arena y barro compactado, cauces de oued pedregosos y lentos, e incluso pequeños tramos de arena que abordamos con cierta velocidad para evitar quedar atrapados. No me apetece usar las planchas y la pala bajo este sol. Llegamos a una aldea. Assis se refresca en el pozo. Sólo vemos un par de ancianas y algunos niños. Nos piden alguna prenda de ropa. Les damos un jersey.

Nuevamente en la pista. Al sur se divisa una importante extensión de dunas. Es parte del territorio en litigio entre Marruecos y Argelia. Acercarse es tentador pero, razones políticas aparte, con un único coche no tengo confianza. Assis no parece en absoluto entusiasmado con el erg. En sentido contrario encontramos un hombre con tres camellos. Nos detenemos. Habla con Assis. El camellero, de unos cincuenta años, viste un turbante y túnica totalmente blancos.

- ¿Queréis montar en camello? - pregunta nuestro guía.

- ¡Si! - responde con entusiasmo Pocurull, en Africa y virgen aún en este menester.

Montamos los dos en el primer camello, pues los otros dos están totalmente cargados de mercaderías. No se trata del típico camello para turistas. Carece de silla. Assis coge la cámara y nos empieza a fotografiar. Es horrible, en medio del desierto y montamos una escena digna de ... Por suerte pronto acabamos y siguiendo las indicaciones de Assis, le damos al camellero diez dirhams y una lata de champiñones.

De nuevo en el coche Assis comenta:

- Hacer esto en Zagora os hubiera costado 100 dirhams ...

- Ya.

No sabe nada el elemento. Empiezo a pensar que querrá algo más que una camiseta por sus servicios. Esa es la imagen que tiene de nosotros. Queremos subir a un camello y fotografiarnos como émulos de Lawrence de Arabia. Es una pena pero nos lo hemos ganado a pulso.

La magnitud del desierto nos impresiona. Una idea nos atormenta. ¿Qué pasaría si el coche se estropease? ¿Avanzar a pie o esperar el paso de otro vehículo? ¿Andar bajo el sol o esperar a la noche? ¿Cargar con agua o ir ligeros? ¿Dejar alguien con el coche o ir juntos? ¿Ir hacia adelante o retroceder?

Se lo preguntamos a Assis. Andar hacia adelante bajo el sol cargados con agua todos juntos. Esta es su respuesta. Supongo que para él el sol de finales de Septiembre es muy ligero. Desde hace un rato escuchamos un ruido sospechoso cerca de la rueda delantera derecha pero no hemos podido identificar su origen.

Por fin el lago Iriki. Es sobrecogedor, la primera vez que vemos un lago fósil. Totalmente llano, una superficie de barro duro mezclado con arena. Lo más impresionante es su extensión, su uniformidad. Su estructura invita a la velocidad, pero la prudencia lo impide. Me importaría relativamente poco quedarme tirado por culpa de las condiciones adversas de la pista, la mecánica o el clima pero sería insoportable que me ocurriera por tonto. La pista es irreconocible. Hay rodadas en cualquier dirección.

Justo al final del lago Iriki encontramos un puesto militar. Es preciso describir en que consiste un puesto militar de este tipo. Lo componían tres hombres. Dos de ellos con rostros muy curtidos, de mediana edad vestidos con ropas militares, casi harapos, uno descalzo y el otro con chancletas. Este último parecía el jefe del puesto. El tercero era un muchacho negro con una ligera túnica. Vivían dentro de una tienda situada sobre un pequeño montículo y no contaban con ningún vehículo a motor, sólo un camello. Es de suponer que disponían de algún tipo de armamento y radio pero no lo vimos. Nos detuvimos, no porqué nos obligaran a ello, fue a indicación de Assis y ellos al darse cuenta de nuestra presencia descendieron desde el montículo hasta la pista. Rápidamente el que parecía el jefe del puesto tomó nota en un papel parecido a un envoltorio de tabaco de la matrícula del coche y nuestro destino. Tras estos sencillos trámites burocráticos, unos cigarrillos de obsequio y desearnos feliz viaje continuamos nuestro camino. Quizás el siguiente suceso que rompiera su profundo aburrimiento se haría esperar unos días.

Continuamos rumbo oeste. La pista avanza sobre un inmenso pedregal que se pierde en el horizonte. Sería imposible salir de la pista sin destrozar el coche. Incluso dentro de la misma pista es tremendamente duro el avance, por la comodidad y por la mecánica. Avanzamos lentamente. De pronto, un camaleón cruza la pista frente a nosotros.

- ¡Para! - ordena Assis

Detengo el coche y nos dice que va a capturar el camaleón y comérselo. De pronto se produce una escena a la vez hilarante y patética. En el pedregal sin límite, Assis va levantando piedras buscando el animal, convencido de que lo va a cazar.

Tras el fallido episodio cinegético, avanzamos un poco para detenernos a comer junto a una solitaria acacia. A falta de camaleón, quesitos, espárragos, atún y piña en almíbar constituyen el menú. Assis tira el papel de aluminio del queso en porciones al suelo. Pocurull lo recoge y lo pone en la bolsa de la basura ante su perplejidad.

Llegamos a Foum Zguid a media tarde. Allí descubrimos el origen del molesto ruido. El silentblock superior del amortiguador delantero derecho ha desaparecido y el soporte tiene una grieta de un centímetro. ¿Por qué ha pasado? Atribuyo el desaguisado a un ritmo demasiado alto en el Atlas, exceso de presión en los neumáticos y un mal montaje de los amortiguadores.

¿Continuará...?

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