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Relatos 4x4

La historia más grande jamás contada

 


INTRODUCCIÓN

Puente de la Purísima, día en el que iba a dar comienzo un periplo de aventuras que me apresto a describir sin miramientos y por tanto, con un e-mail cargadito de letras, letras que regocijaran a los pocos atrevidos que se aventuren entre ellas a un mar de increíbles vicisitudes que por muy poco no me impiden el poder escribiros hoy. Pero dejadme que os cuente las cosas como a mi me gusta hacerlo; despacito y sin adelantar acontecimientos, aunque siempre podéis ir al final directamente, ¿o no? NI OS ATREVAIS... sed buenos con vosotros mismos.

El caso es que esta historia nos comienza a todos los españoles un miércoles festivo, pero para mi no es real hasta el día siguiente que, aunque laboral, cuenta con la afamada superlativa de "día puente", pues como sabéis, el viernes también era festivo en este año de nuestro señor de 2000. Los días de ruta al más puro estilo 4x4 se iban a suceder uno tras otro. Habían de ser días de aventura, de aquellas que dejan recuerdos que explicar a nuestros amigos, familiares y, un poco mas adelante, a nuestros nietos. Pues bien ha de saber el incauto que no deja de leer este mensaje, que se formaron rutas por doquier a lo largo y ancho de nuestra bienaventurada España para este larguísimo fin de semana. De entre ellas cabe destacar, por lo que a mi zona (Cataluña) se refiere, los tres días de rutas familiares montados por Karles y los cuatro intrépidos días dispuestos por nuestro también contertulio Sillón-Bol (Luis, joder).

Temblaba de emoción cuando puse en conocimiento de ambos que pasaría el viernes con Karles en tierras de la baja Gerona, y el jueves, sábado y domingo con Luís en el Pirineo gerundense y en verdad os digo que al final casi no lo contamos...

 

CAPÍTULO PRIMERO

JUEVES

Contando estrellas me encontré con el cuarto día de la creación: JUEVES. Teniía todos mis enseres dispuestos en una mochila sencilla pero muy hábil que tiempo atrás me regaló el desaparecido de esta lista, y amigo de todos los que nos consideramos públicamente, Oscar Hernández. El GPS tenia cargado un largo track que me iba a conducir por las laderas tenues del Pirineo gerundense, desde el punto de encuentro (Ribes de Freser) con Manuel, al volante de su intrépido Suzuki, y nuestro anfitrión de ruta Luís al volante de su Terrano, junto a su esposa Esther y su hijo Miquel, hasta el pie del pueblecito de alta montaña de Tregura. Al punto de las 9 de la mañana estabamos desayunándonos unos cortaditos con croisant y charlando amigablemente de lo que iba a deparar el día. Sabíamos que otros amigos se aventuraban junto con Karles por tierras de las comarcas del Girones y el Baix Empordà. Cada cual tenia sus premisas: ruta sencilla nosotros con bonitas vistas, y fango y arena los otros junto a la playa mediterránea de Palamos.

El frío y la niebla en Ribes de Freser nos anunciaban un día difícil. No se veía nieve en las alturas a las que someteríamos a los TT, pero la lluvia fina y los bancos de niebla matutina auguraban una ruta pasada por agua mientras enfilábamos montaña arriba en dirección al Balandrau y els Collets. El suelo se veía brillante por el agua. La niebla cada vez mas espesa nos engullía entre los árboles que jalonaban el camino. Las rádios crepitaban constantemente con las tonterías habituales del inicio de un día de ruta. La pista hasta els Collets es muy amplia y sencilla, sin sobresaltos pero con algún que otro charco enorme. La aventura aun se encontraba lejos, esperando ansiosa el paso de nuestros TT's.

Tarareando esa absurda canción infantil que anima a la Virgen de la Cueva a que llueva mas aun, me encontré con la nimia columna detenida a pocos metros del refugio dels Collets. Una enorme cerca de hierro forjado hacía de cancerbero ingenuo a las maravillosas vistas que esperaban más arriba, demasiado más arriba para hacer el resto del camino andando. Una pista mas que ve reducida su plenitud en favor de unos ecologistas que no quieren ver a nadie que no sean ellos mismos en según que lugares, pero a los que no les importa importunar la belleza de la naturaleza, a la que supuestamente veneran, con montones de vallas metálicas que afean y consumen lugares libres y caminos abiertos por aviesos abuelos y antepasados que no tenían otra intención que su uso y conservación. Viva el espíritu de libertad que ellos equivocan y que nosotros utilizamos.

Volviendo atrás sobre nuestras roderas, encontramos un camino de retorcida forma alfombrado con una buena capa de fango suficiente como para imaginar abultados camiones que arrancan arboles, unos de aquí y otros de allá para no hacer mucho daño al entorno, y del que a buen seguro no intentan acciones los mal llamados ecologistas, poderoso caballero Don Dinero. Y digo mal llamados, porque la palabra suena bien, lástima. Volviendo al hilo, pusimos los motores a punto para intentar el ascenso, sabiendo que después habríamos de volver sobre nuestros pasos otra vez. Yo, que en ese momento iba el primero, tome impulso apretando el acelerador y encare la pasta natural como el que a nada puede y... simplemente no pude. Mirad que lo intente veces, pues no pude subir ni dos metros, así que me aparte y deje que lo intentaran Manuel y Luis. Con pocas dificultades iniciaron el ascenso mientras yo los observaba, y maldiciendo las ruedas Cooper que algunos tildan de muy buenas les doy la espalda metálica de mi avejentado Patrol y decido no seguir mirando, ¡ala! Como somos, cuanto menos sabemos mejor es nuestro TT...

Pasando hoja, como no, nos pusimos a bucear la ya intesísima niebla que todo lo envolvía, lástima que este no sea un cuento de terror porque venía que ni pintada. Viajamos por la pista que une los valles de Ribes con los de Camprodon a velocidad super moderada, porque aunque la pista es muy buena, no podíamos despreciar el enorme acantilado que esta dibujaba en su trayecto. Una velocidad inadecuada entre esa espesísima niebla hubiera dado al traste con el resto del día, y como ya dije antes la aventura nos esperaba mucho mas adelante, disfrazada de negro y con ojos de plata.

A escasos kilómetros de Tregura la niebla empezó a disiparse, levantándose como una remolona, después de una noche de juerga y correrías, saciada de cuanto se ha comido y lamido. En los últimos zigzagueos del camino, divisamos en la ladera de enfrente a la nuestra una pista que se eleva desde la carretera que comunica el pueblecito de Setcases con el resto de la civilización, en un ángulo que nos hace sonreír como picarones conductores de 4x4. Siendo temprana hora para darnos el atracón de comida que no falta en ninguna de las rutas montadas por Luis, decidimos aventurarnos en ese camino que lleva al cielo. Con sorpresa lo encontramos justo enfrente de la carretera local que une Tregura con la carretera comarcal. iniciado el ascenso, el corazón se sacude en mi pecho ilusionado porque aquí la pista es abrupta y con una ligera, pero resbaladiza, capa de fango blando, y digo blando no liquido, que se va adhiriendo al dibujo de nuestras ruedas según avanzamos, haciendo la conducción más dificultosa.

A estas alturas la llovizna se había retirado junto con la niebla y el sol aparecía tímidamente entre los claros en los cúmulos nubulares. La pista había tomado un ángulo de ascensión increíble, parecía una autopista estrechita hacia el cielo. Las ruedas de nuestros TT's habían dejado de serlo, y mas bien patinábamos que rodábamos. Un lugareño a pie nos informa que esa pista nos va a meter en Francia y  a la vista del estado del piso, de buen seguro en plena revolución francesa. Aun así seguimos un poco más adelante y fue bien poco. Efectivamente unos pocos de centenares de metros más adelante decidimos volver a Tregura para comer. Esta pista había sido lo mejor del día, aunque aun no lo habíamos acabado, y quedaba como asignatura pendiente en una aventura asegurada para un futuro no muy lejano, nos lleve donde nos lleve  y es que después, más tarde, descubrimos que poniendo el trocito de track sobre el mapa de la zona, esa pista, sencillamente no existía...

Como sabe Luis de restaurantes, mucho mas que de rutas. Increíble la calidad y cantidad de comida en Tregura. Dejadme que acabe esta comida con un carajillo de Ron Pujol, no porque tenga costumbre, sino para evocar a ese entrañable hombre de bien que hace tanto que no veo: Quim. No supe explicarle al camarero como debía preparármelo para que supiera tan bien como los que me he tomado contigo, amigo, aunque ahora que lo pienso no creo que ninguno hubiera tenido ese aroma a amistad que tu dejas en las personas.

Después de la comilona, Luis había previsto la vuelta al valle de Ribes por un camino diferente, más pedregoso, y con un aliciente para intensificar la segregación de adrenalina. El camino discurre sencillo entre bosques bajos, tomando al final del trayecto una ligera inclinación que nos eleva de nuevo hasta una cota suficiente para que la vegetación pase a ser simple pasto para las vacas. En ese punto nos encontramos con una trialera bien conocida por muchos de los cuatreros catalanes por que ya se organizo la gorda una vez anterior. Creo que Frederic ha publicado una foto de su Galloper con la rueda trasera levantada mas de metro y medio. Esta vez la encontramos mucho mas lisa, sin cruce de puentes donde los había habido, con muchísimo fango y con un viento endiablado que debía rozar los 130-150 kilómetros por hora (soy del Empurda Catalán y sufro amenudo en mis huesos el viento huracanado de la Tramontana, así que me equivoco de poco si digo que no había vivido nunca un viento tan fuerte como ese). Resbalamos como no queríamos y los TT's parecían conducidos por diablos que no nos dejaban tomar el mando. Hicimos las trialeras sin mas problemas, pues ya dije que no son ni la mitad de lo que fueron en su día. Esta ruta se acabo un poco mas adelante, en el encantador pueblecito de Pardinas (¿que no lo conocéis? pues no dejéis de visitarlo en cuanto podáis, es un gustazo, pero no comáis en sus fondas, son fatales). ¡¡Pues eso nos habíamos creído nosotros!!, ¡ja!, como que Luis, el maestro de las sorpresas, nos iba a sacudir el alma a las 5 de la tarde con una fulminante ruta de última hora que coronó el espíritu de aventura que dormía lánguidamente en nuestros corazones, ahora os cuento que fue lo que pasó...

Luis había preparado una pequeña ruta que comenzaba en el mismo Pardines para el caso, que fue, de que acabáramos pronto. Comenzaba a dibujarse un bonito atardecer de otoño en el cielo cuando enganchamos los primeros bosques de haya, que habían sembrado el suelo de humildes hojas que pasaban a mejor vida, pudriéndose en suelo con un anaranjado tono oscuro. Tantas hojas habían en el camino que un recuerdo rápido de la ruta del Akelarre en Pamplona me inundo el alma. La respiración se me agito cuando Luis nos pidió que esperásemos a que pasara él, a riesgo de quedarse empanzado. DIOS CUANTO FANGO. Pasó saltando entre las crestas de las roderas antiguas que ocultadas por el barro y las hojas eran trampas mortales para coches bajos de suspensión. El tramo era tan largo como penoso de pasar, el Terrano de Luis no dejaba de saltar y resbalar, de culear y seguir resbalando, las ruedas de escupir fango negro y hojas ya no tan secas. Siguió avanzando con lentitud pero con poco esfuerzo y finalmente llegó al otro lado, bajó y se dispuso a tomar fotografías, o vídeo o que se yo la de cosas que hace minúscula máquina de inmortalizar que tiene. Arranca Manuel pisando a fondo el Suzuki y entra a trapo en el barrizal, haciendo saltar pegotes de fango de a cuarto de kilo la pieza. Lo veo botar dentro de la cabina de su Suzi mientras este se pone de lado, derecho, otra vez de lado, salta, resbala, resbala mucho más, parece que se queda y al final, con gran estrépito y jubilo de su conductor toma tierra firme y baja para verme a mi afrontar un pequeño infierno. Y es que tanto Luis como Manuel, saben que mi TT se toma mal estas cosas del barro, yo insisto en que son las ruedas, ya veremos cuando las cambie por unas de las buenas, de esas que tienen mas tacos que lo que yo pueda decir en 20 segundos. Ese fue el tiempo que duró mi grito de guerra en lo que parecía ser una lucha interminable por alcanzar la victoria de mis amigos. Yo no recuerdo si saltaba o brincaba, lo que si puedo decir es que algo me sujetaba desde abajo inmovilizando el majestuoso todo terreno que siempre me ha parecido invencible, ensuciando de pegotes negros la inmaculada blancura de su chapa, desluciendo las llantas de las ruedas, humillando los neumáticos aun más si cabe. No se como fue que algún ángel, tal vez la antes invocada Virgen de la Cueva, me dio un empellón desde atrás haciéndome saltar hacia adelante y tomando tracción donde parecía imposible, salí de la pantanosa situación creada por las lluvias de los días precedentes.

El ocaso del astro rey dio paso a una incipiente oscuridad. Entre las pocas hojas de los árboles y las enormes ramas que eran nuestro techo, veíamos de tanto en tanto como una hermosa hembra celeste tomaba el relevo a un rey que era tan orgulloso de si mismo que no se dejaba mirar mientras estaba en lo alto, así era su mandato. La luna nos esperaba al final del camino como una amante dispuesta a hacernos enloquecer de tanta belleza. El camino finalizaba para nuestros TT's, que no para los caminantes, en un amplio balcón natural de alta montaña que nos permitía ver, al abrigo de esa luz mágica de la luna, las sombras tejidas por las montañas circundantes y las escasas luces artificiales de los pueblecitos circundantes. Parecía una postal de Navidad, solo faltaba la nieve.

La vuelta a casa se hizo sin más precedentes, salvo una sonrisa evocadora en la ducha y un quejido de protesta de mi espalda al imaginar que solo había sido el primer día de ruta de los que estaban por venir.

Leí el correo virtual y pude ver que Javier Riloba había vivido una experiencia inolvidable que eclipsaba cuantas yo pudiera haber vivido, me imagine junto a el en la lucha por sacar los coches del barrizal en el que habían quedado atrapados y me vi aprendiendo a usar la cabeza en momentos en los que cualquiera de los que usamos la lista hubiera sabido salir sin problemas simplemente por que tiene el mejor TT, las mejores ruedas, el chip de potencia, el trasto levantado cinco centímetros mas que los iguales de especie o cualquier otra mejora que nos destaca del resto... Para problemas sirven todas esas cosas, jejeje...

 

CAPÍTULO SEGUNDO

VIERNES

"...Y ahí estabais todos, riendo y gritando: ¡gira a la derecha! ¡Ahora a la izquierda! Carcajadas de espanto. Ojos duros que señalan: ¿por que no lo levantaste tres centímetros el TT?... y ahí veía a Javier empanzado, como yo, y a Pedro también con el fango en las ventanillas. Y de pronto una mano descarnada que sale del fango y sujeta mi TT por el diferencial, tirando hacia abajo con fuerza. Varias fauces muerden mis neumáticos, impidiendo que estos cojan tracción y yo que grito a Javier y Pedro para que me ayuden y ellos que impotentes ven como a sus TT's les pasa lo mismo. El ruido del tractor se acerca pero ya casi no puedo ver nada; el fango se traga mi coche por centímetros. El limpia ya no puede apartar tanta tierra sucia, mientras el motor se muere por la falta de aire en su combustión. El tractor se acerca y hecha el cable a mis amigos, pero ya no puedo ver nada, entonces suena el teléfono móvil que llevo prendido en el tablier del Patrol. Su pantalla se ilumina y el nombre de Karles aparece en negrita. Quiero cogerlo pero no puedo. Quiero pedirle ayuda, quiero que venga y me guíe por una buena ruta y me saque de allí. Lo cojo pero una mano se adelanta. Es una mano enorme de uñas infames que arañan la superficie verde el Easy de Alcatel y desgarran mi piel ya cercana a la máquina celular. La oscuridad es ya total, mis ojos están llenos de tierra y me siento mareado, solo espero que mis amigos hayan tenido más suerte mientras yo me abandono a la mas miserable de las cobardías y dejo de luchar con un final imposible. De pronto una luz me deslumbra, puedo ver una forma borrosa que se acerca a mi. Es algo enorme que se mueve alrededor, hablándome muy suavemente. Me toca sensiblemente la cara, con amor. Abro los ojos y veo una mano blanca, muy bonita, con formas delgadas y suaves, con dedos largos y estilizados que sujetan el Easy y me lo entregan y puedo apreciar que la pantalla aun resplandece, y en ella la palabra Karles aun se lee de forma clara. Lo cojo desesperado, obviando la presencia venida con la luz y me aplico el teléfono con ansia al oído. La voz de Karles se deja oír y me pregunta si aun dormía..."

...JODER con mayúsculas. Y no es para menos, es que son ya las 8 de la mañana. Mi mujer, que es quien había cogido el teléfono, me miraba sonriendo y resplandeciente como cada mañana desde que la conozco, ¡como la he envidiado siempre! Después de despabilarme un poco quedo en cargar el track de la ruta que este viernes nos ofrecía Carles, y que acababa de enviarme a mi e-mail. Su intención era que pudiéramos dividir el numeroso grupo que presumía se iba a concentrar en esta salida a efectos de no romper las normas catalanas en un grupo de no mas de 14 vehículos para el tráfico rodado por vehículos todo terreno en caminos comunes que no estén reconocidos como espacios protegidos o Parques Naturales.

Después de echarle un ojo (el otro seguía dormido) al track recién cargado en el Ozi, me doy cuenta de que Carles ha vuelto a hacerlo... ha preparado una ruta que solo dibujada sobre el mapa, ya promete distracción sin fin. Con la hora enganchada al culo meto el GPS y el ordenador portátil en la mochila y cojo al vuelo las llaves del Patrol, que me espera impaciente en la calle, tiznado del fango del día anterior. Tengo un momento de estremecimiento al recordar el sueño y abrazo en el silencio de mi interior a Javier Riloba y a Pedro, al recordar cuan de duro debió ser su día en el fangal.

A las 9:30 llego al punto de encuentro en la ciudad de Gerona. Allí esperan unos 8 coches. El anfitrión aun no ha llegado, pero ya se le oye por la emisora. Se dividen los grupos en dos de cinco cada uno y se inicia el ascenso hasta la ermita de Sant Grau. El camino es pedregoso y en el nos cruzamos con caminantes que nos alegran el paso y algunos ciclistas que luchan con la gravedad a fuerza de pedalear sin descanso. En nuestro caso, y estando a la cabeza del segundo grupo de intrépidos  y no conociendo la ruta mas que por el track recién recogido de Internet y porque todo sea dicho, Gerona dispone de unos parajes cargadísimos de caminos y pistas que hacen las delicias de todos los que intentan desentrañar el misterio de sus laberínticos bosques, nos perdimos en un par de ocasiones. La suerte de la tecnología hizo que el GPS informara de la situación y conseguimos retomar con facilidad y sin perdida de tiempo el camino correcto (hace tiempo que trabajo en una pagina donde disponer todos los medios rudimentarios de orientación, haber si me pongo en ello de nuevo). En la vieja ermita volvimos a juntarnos todos y descansamos para disfrutar del paisaje; uno de los mas bellos de las planas de Gerona y el Ampurdà, con vistas al lejano Pirineo donde mi amigo Luís estará habiéndoselas con alguna tortuosa ruta pirenaica.

El grupo al completo inició de nuevo la rodadura en dirección al paraje de Roca Corba, con Carles a la cabeza de la expedición y Manuel a la cola. El día era espléndido; el sol brillaba en lo alto de un cielo azul manchado con algún borrón blanco. La temperatura era alta para las fechas en las que nos encontrábamos y eso hacia del viaje una delicia. Los TT's estaban todos manchados de barro, parece que Carles sometió a los participantes del día anterior a una buena sesión de fango. Únicamente aparecía impoluto un Mitsu de color verde totalmente forrado de plástico de ese para que no se ralle la pintura. Circulábamos a buena velocidad por entre pequeños charcos, piso de piedra granítica y algún que otro trozo de camino embarrado, pero sin dificultad. ¿Donde espera hoy la aventura? era la pregunta que me hacia constantemente. Pero no me fiaba de la madre naturaleza, en el poco tiempo que llevo haciendo TT he descubierto que siempre espera agazapada en cualquier recodo del camino. Tan sumido estaba en esos pensamientos que nuevamente me cogió desprevenido...

No me había dado cuenta que la columna reducía el paso y ya estaba Carles aconsejando salir de los coches y coger las cámaras. Vi su Disco trontollar por un pedazo de tierra totalmente rota que sin duda en su día fue un camino. Vi como el Mitsu empapelado le seguía de cerca con mas dificultades de lo que hubiera creído nunca. Y finalmente, después de pasar un par de TT's más, me encontré con la pista libre para mi solo. Yo no había bajado del TT, así que no había visto evolucionar por aquella sierra natural mas que al vehículo que me precedía. Lo ví engancharse de panza al intentar subir evitando una roca enorme que flanqueaba el camino. Tuvo suerte pues el punto de empanzamiento era de tierra blanda que lo hizo bascular para tomar tracción de nuevo y salir del embrollo. Sabiendo lo precario de la calidad de ruedas que llevo montadas en el Patrol, y que a estas les encanta resbalar en subiditas perladas de rocío, entre por el lado de la piedra, tratando de subir los ejes por encima, sin miedo a los bajos ya que los llevo protegidos como un un Panzer de la segunda guerra mundial. Calcule mal y... menos mal que estaban los bajos protegidos que si no... Para el caso es que que la inercia me salvo de un empanzamiento sobre una roca demasiado orgullosa para moverse ella sola de donde estaba. Los ejes traseros tomaron buen impulso y me sacaron de allí. Deje el coche mas arriba y, ahora si, baje para ver como lo hacia Xavi con su Mercedes. Increíble oiga!! como conduces Xavi!!!! Que tonto de mi!!! mirando el coche no me doy cuenta de que quien conduce es su mujer!!! JODER como conduces chica!!! paso el obstáculo como si fuera un juego de niños (aun recuerdo mi primer Scalextric 4x4 del que se hicieron solo unas pocas unidades). Con todos los vehículos parados en una planicie cercana, pense que allí acababa todo. Después de unos tragos de vino de la pelleja de Freddy (Fede, coño) y otros de la bota Tapioca de Alfons, después de mirar boquiabiertos la sencillez del motor del nuevo Jimmy de Alfons y contarnos unas pocas mentiras, como dice Fede, continuamos la marcha. Solo unos pocos centenares de metros mas arriba íbamos a encontrar una horma para los zapatos que calzábamos cada uno de nosotros...

Y es que a veces somos demasiado banales con nosotros mismos, y pensamos que lo podemos todo y etc. de nuestros maravillosos coches. Allí delante teníamos una trialera impresionante, con un cruce de puentes como para acojonar a "Juan Sin Miedo". Yo decidí que no me metía, y mas cuando vi la cara roja de Carles al quedarse empanzado con su Disco, increíble. Si el no pasaba los demás tampoco, y yo mucho menos. Después de varios intentos que hicieron sudar al impertérrito anfitrión, el eje trasero del Disco consiguió tocar tierra firme y de un impulso se monto en la cresta de la ola de tierra. Surfeando sobre ella paso Carles por unos buenos cien metros de trialera, hasta perderse de vista camino arriba. Nadie oso mover su TT hasta verlo aparecer sonriente anunciando que un poco mas arriba acababa todo. Le toco el turno al profilacteado Mitsu. Allí estaban todos con las cámaras para inmortalizar los momentos difíciles. Sin embargo nadie imaginaba cuan difícil se le iban a poner las cosas al conductor del Mitsu (lamento no recordar el nombre).

El Mitsu entro despacio, demasiado despacio diría yo, así que el Mitsu perdió pie por sobre la ola de tierra y resbalo hasta que el amortiguador delantero izquierdo quedo extendido en su plenitud en un afán ciego de tocar algo sólido. El coche no se movía pese a los intentos de su conductor, al cual le temblaban las manos al volante. Fede le chillaba indicándole como debía maniobrar. Xavi, delante de él, intentaba convercerlo de que debía retroceder e intentarlo de nuevo. Alfons se lo miraba todo desde atrás con silenciosa mueca de preocupación en su semblante, parecía calcular las posibilidades del Jimmy en esa tremenda prueba. La verdad es que todo el mundo trataba de orientar al luchador conductor del Mitsu. Aquello parecía un combate de boxeo, donde todo el mundo grita pero a nadie oyen los combatientes, como si fueran ellos solos y nadie mas. El aire había empezado a tomar un ligero olor almizclado, típico de un embrague que patina en demasía. Xavi recuerda al desaforado conductor del Mitsu que no debe mantener el embrague pisado, que tire para atrás y lo intente de nuevo. Al final se cansa y se aparta de la escena. Carles, tomando las riendas de su recién recuperada y admirable tranquilidad se acerca a la ventanilla del Mitsu y le pide al conductor que ceje un momento en sus intentos. El conductor le pide a su vez que suba al TT para indicarle, pero Carles, sin alterar el tono de su voz, niega con la cabeza y explica al conductor del Mitsu como debe tomar el problema, el cual parece entenderlo. El Mitsu, por fin recula sobre sus roderas y salta con ímpetu hacia adelante. Vuelve a empanzarse pero esta vez había suficiente inercia para que el vehículo bascule sobre la cresta marrón y sube por fin hasta tomar tracción con las cuatro ruedas. Dificultosamente, patinando embrague, de lado y con las ruedas girando como locas consigue la cima, bajando a pie su conductor, mas tranquilo ahora que todo a pasado.

La lección fue aprendida por todos. Debíamos ganar el cruce de puentes (parecía el del río Kwai) por la cresta intentando sortear el fondo y ganar la altura de la nueva cresta por el lado menos irritable del camino. Pasaron dos TT's sin problemas y me toco el turno. Vi las rodadas de los últimos vehículos que habían salido airosos, así que con la vista al frente y obviando a todos los que miraban me metí en el dibujo de esas ruedas jurándome que no lo iba a dejar a menos que una mano apareciera entre el fango con la intención de llevarme con ella al fondo de la tierra. Me salí del problema sin problemas, así que por lo que hace a mi no hay mas que decir... El resto de vehículos pasaron también sin mayor complicación, incluso el Jimmy de Alfons se porto como si hubiera hecho cosas peores en su corta vida. Únicamente cabe resaltar que el Mitsu de ¿Laureano?, que había venido de Melilla, tuvo algún resbalón en la cresta antedicha, pero que saldo sin mayores al apretar bien el acelerador al primer resbalón. Lástima que cincuenta metros mas arriba cayera en una surco protagonizado por las aguas de días anteriores y que lo inmovilizó hasta el punto de tener que estirarlo con eslinga. Ay! Mugarra del diablo si hubieras estado allí para verlo...

Lo que siguió fue simple, caminito pedregoso hasta una meseta donde supe aprovechar el compañerismo que se ofrecía a modo de pan, tomates, fuet, chorizo y unos buenos tragos de vino. Tertulia tetera mientras duro lo bueno y en la bajada, al pasar por el mismo obstáculo antes referido, ningún problema para nadie. Carles que tiene ganas de mofarse de los quejidos de la tierra que se llevo algo de sudor de su frente y algo más que eso de la de su amigo el del Mitsu con profiláctico y se pone a tres ruedas en el cruce de puente dejando la trasera derecha a mas de un metro y medio del suelo. Como esas cosas hay que saberlas hacer  yo paso de largo por lo facilón, montado en las crestitas que antes me sujetaron tan bien. Enseguida tomamos asfalto y de vuelta a la ciudad de Gerona.

 

CAPÍTULO TERCERO

SÁBADO

Había quedado con Luís que llegaríamos un poco tarde, entre las 11 y las 12 del mediodía, casi que con el tiempo justo para retriparnos en la cuna de la gastronomía catalana, usease el restaurante Anna del minúsculo pueblecito de Ventola, en el Pirineo gerundense. Allí habíamos de ponernos ciegos de embutido casero y galtas de cerdo rehogadas con multitud de olivas que ofrecen al paladar una aventura de aromas exóticos. Así pues, la ruta, fuera esta cualesquiera que hubiera planificado mi anfitrión, habría de culminarse en la tarde de ese sábado glorioso que no iba a ser mas que entrantes de lo que viviríamos el domingo, aun se me pone la piel de gallina con solo hacer un pequeño recuerdo de lo que se nos vino encima. Pero esto es historia para la próxima y ultima entrega y no voy ahora a adelantar mas de lo ya expuesto, entre otras cosas porque lo que nos deparaba la tarde del sábado era una basta aventura que vale la pena leer.

Después de acabar con deseos de posteridad feliz y apagar velas de pastel de aniversario, tomamos el pulso a las montañas que nos circundaban. Esto es, nos fuimos en busca de una pequeña aventurilla que en principio no había de sorprendernos puesto que la pista venía bien señalada en el mapa del ICC. Sin embargo esta pequeña aventurilla había de resarcirnos a Luis y a mi de un gran fracaso en una aventura de algunos meses atrás, cuando intentábamos tomar por la fuerza el pico del Taga. En esta, el camino se nos acabó en una ladera de pasto que nos engullo para no dejarnos salir hasta haberse hartado de nosotros. Bien, esta vez daremos un golpe bajo al susodicho pico y lo tomaríamos por una vía diferente; como sicarios, por la espalda...

Supo defenderse bien el condenado pico y ni tan siquiera nos dejó acercarnos mas allá de lo que pudimos hacerlo la vez anterior. La idea era sencilla: desde el pueblecito de Pardines tomaríamos un camino que, según el dichoso mapa del ICC, iba a permitirnos encaramarnos con facilidad a lomos del Taga. Después de unos primeros centenares de metros en que el suelo aparecía completamente alfombrado de una gruesa capa de arcilla negra, un arroyuelo había ido haciéndose paso con los años por un buen tramo del camino y había limpiado las piedras que poblaban la gruesa epidermis de la naturaleza, al punto de facilitarnos el ascenso donde de otro modo hubiera sido imposible dada la cantidad de fango acumulada. Pero, las casualidades de la vida iban a querer que el arroyuelo fuera más mezquino que nosotros con la montaña y habiase apropiado del resto del camino, convirtiéndolo en lecho de su ser. Para no dar que hablar a la Mugarra del collons y para acallar las primeras iras de nuestras respectivas mujeres, nos vemos obligados a recular por mas de 400 metros, marcha atrás en mi caso. Mal empezábamos, la retirada, si inteligente las más de las veces, conforman mal presagio las demás. Y tan malo...

No pasaba nada, teníamos previsto que ante cualquier contingencia o atisbo de oposición por parte del majestuoso Taga a culminar la aventura por ese frente, utilizaríamos una ruta alternativa que esta vez estabamos seguros de poder vencer. Ni tan siquiera tuvimos que rodar mucho hasta dar con otro camino que habría de juntarse con el anterior y desde media altura del pico llevarnos hasta él con la facilidad de una pluma. El sol todavía nos debía unas pocas horas de sol, y hasta allá arriba presumíamos menos de 30 minutos, jejeje. Contemplaríamos el paisaje y, quien sabe, tal vez hasta nos quedaríamos a ver una romántica puesta de sol. Las mujeres se desasían con la idea de ver como lo único mas grande que ellas se iría a dormir al otro lado del mundo. Bien. Pintaba bien, ¿o no? Pues el caso es que cuando solo llevábamos recorridos unos 2 kilómetros de esta puñetera pista, todo se fue al traste. Ya hacía un poco que observábamos que una diminuta capa de fango cubría el piso firme del camino. En mi caso, que iba detrás de Luis, pude incluso comprobar como poco a poco se le llenaban las hendiduras de las Mud Terrain de ese chocolate natural que tanto nos gusta. Las ruedas empezaron a resbalar algo aquí y un poco allí, hasta que después de un paso estrecho entre dos prados, únicamente cortados por el camino y con un desnivel de unos dos metros de altura de las paredes, el camino empezaba a tener una inclinación más que necesaria para el fango que había. Para más inri, como quiera que ese camino era, o sigue siendo, camino habitual de ganado vacuno, esa pequeña ascensión se encontraba llena de mierda de vaca en cantidades suficientes para haber abonado el Camp Nou (o cualquiera otro, que estamos muy susceptibles) por tres años consecutivos. Yo no paso, no porque no quiera, naturalmente, sino porque ya he dicho que las ruedas que llevo, unas Cooper Discoverer, son de genero mas mierdoso que lo que había en el suelo y simplemente no se agarran a nada oiga. Luis tira "pa lante" y consigue... consigue... consigue... llenarse de mierda y fango hasta hundir mas de media rueda en esa pasta repugnante que lo aprisiona contra el suelo. El Terrano no se siente herido en el pundonor porque no se ha empanzado (menos mal!), la culpa también pa las ruedas, y Luis promete para si mismo, para mi que lo oí  y ahora también para todos los que leéis esto, que las próximas ruedas serían de tacos (¡como si la mierda no se metiera en los tacos!). Bueno, pues salpicando mierda y barro negro como la noche que se nos venía encima a mayor velocidad de la prevista, me bajo del Patrol, riendo y maldiciendo, porque aquello me gustaba bien poco y empiezo a recoger piedras para embaldosar el camino delate de las ruedas del Terrano. Tomamos unas escenas de vídeo porque eso hay que verlo para creerlo, y después de casi una hora acaba saliendo de allí para jubilo de él mismo. Si hubiera sabido que al día siguiente casi tenemos que llamar a los bomberos de la Generalitat...

Como Luis había pasado, y como habíamos puesto piedras en la mezcla natural que ahora me franqueaba el paso a mi, pues tiramos para delante, simplemente no pude... Bajó Luis resuelto a echar más piedras y después de pintar el Patrol con pegotes de lo que fuera aquello que saltaba por los aires a cada aceleración mío y después de que Luis se llenase las manos de aquello, pues simplemente desistimos. El problema es que la Luna ya había salido a ver que hacíamos y esubo riéndose un rato largo cuando pudo verme recular, porque la acción del fango y la mierda en mis ruedas no habían hecho mas que convertir los "gomaticos" en patines de hielo que empezaron a resbalar cuesta abajo, por unos buenos 50 metros estuve aguantando el resbalón sin saber que hacer, porque que yo sepa nada se puede contra eso. La cuesta era muy pronunciada, había un palmo de fango en el suelo y mi coche hacia rato que se había despedido de cualquier tracción posible abandonándose a las fuerzas naturales de la gravedad. Mientras dure, todo hay que decirlo, mire a mi mujer la cual había escondido la cabeza entre las piernas e imitaba a la heroína Jeny de Tarzán en un desaforado grito que taladraba mis tímpanos como si fueran de papel. ¿Y ahora que? me preguntaba yo, ¿nos caeremos por algún sitio? o ¿simplemente acabaremos volcando en una curva del maltrecho camino? no me dio tiempo a ver la sombra del embrujado Taga, pues el horizonte de mi TT se volvió todo oscuro, mirando al cielo negro tenuemente iluminado por su amante la luna. inmediatamente se oyó un chasquido fuerte. Mi mujer callo. El coche se detuvo. Mi mujer no se movió mas que para mirarme y preguntar ¿ahora que? Salí del coche y pude ver que las paredes del angosto paso antes mencionado habían parado el descenso en picado a un terraplén que de buen seguro nos hubiera hecho volcar. La voz de Luis se dejo oír en el altavoz de la radio, ahora que lo pienso no se si había dejado de gritar victoria desde que pudo con la pasta cenagosa. Lo llame y le pedí que bajara con sumo cuidado, explicándole lo que me había pasado. A Dios gracias teníamos una eslinga (teníamos 3) suficientemente larga como para poder poner el Terrano en una posición plana en un sembrado y poder estirarme de la trampa mortal en la que había caído. Quedo debidamente registrado en la cinta de la cámara de Luis como la situación del Patrol era alarmante, con un ángulo de 45º del morro respecto de la trasera del TT, ahora apoyada en un montículo de tierra firme del angosto paso.

Luis tiró con fuerza y yo aceleré al máximo con la segunda reductora puesta. Salí a la primera y continuamos recorrido, con la cabeza gacha por la nueva batalla perdida a nuestras espaldas sobre el Taga. Aun nos queda una oportunidad para vencer a ese monstruo, pero eso será tema de otra aventura, otro día, y tal vez otro relato. Mientras volvíamos a Ribes de Freser, donde pasaríamos la noche con la moral baja, haciendo aspavientos de que si no hubiera sido por las mujeres hubiéramos continuado adelante y todas esas mariconadas que solemos decirnos los hombres para convencernos de que no hay mejores. Tiempo tendríamos de descubrir el limite de nuestras fuerzas, el limite de nuestros miedos, el limite de nuestra hombría y nuestro orgullo y poco imaginábamos que eso sucedería al día siguiente, en una ruta que habíamos trazado con muy buenas intenciones, sencilla y sin complicaciones porque ya habíamos tenido bastante en días anteriores. Una ruta de paseo que debía conducirnos cerca de casa y que casi nos lleva al infierno; os la cuento en la cuarta entrega...

 

CAPÍTULO CUARTO

...Y EL SEPTIMO DIA DESCANSÓ... ¿O NO?   MIEDO...

Este domingo, Luis, yo y nuestras respectivas esposas, y también el pequeño Miquel, hemos estado en el INFIERNO. El nuestro para ese día. Un INFIERNO que no habíamos salido a buscar. En él no había llamas, al menos no en el sentido bíblico que corresponde. Ni tampoco habíamos oído canto de sirenas como le paso a Ulises y los tripulantes de su embarcación cuando andaban perdidos en la bruma del Mar de los Sargazos. Como quiera que iba a ser el último día festivo del institucionalizado puente del día de la Purísima, nos encomendamos a esta Santísima Trinidad, y nos ayudó un poco, de haber sido creyentes tal vez nos hubiera ayudado un poco más (pa eso están los enchufes en esta tierra fértil que es nuestra España); el resto fue fruto de esfuerzos que no encontraban gloria. No dejo de estremecerme cuando trato de juntar recuerdos para escribir estas notas. Mejor dicho: ya las estaba escribiendo mientras vivíamos aquel INFIERNO; se escribieron allí, aquel fatídico domingo del puente de la Purísima. Se escribieron con rabia, con impotencia, con valor. Se escribieron con MIEDO. Se escribieron con SANGRE...

Este domingo de ruta aprendí que la principal enfermedad del hombre es la inquieta curiosidad por las cosas que no puede hacer, por las cosas que no puede saber. Este domingo de ruta aprendí que el valor es paciente; el miedo viene en tu busca. La poca suerte de este domingo de ruta me llevó a aprender esta lección junto a mi amigo Luís, su esposa y su hijo. Hoy me enorgullezco de esa amistad, mas grande aun si cabe. Mi corazón no deja de sorprenderme. Pero pasemos ya a relatar que fue lo que nos llevó hasta esa inconmensurable aventura que da título a este capítulo.

Como recordareis, la tarde/noche del sábado fue movidita, así que al llegar a casa estábamos más cansados que de costumbre. Esa caída de ánimo físico desembocó en un pronto viaje a la cama con billete de vuelta para las 9 de la mañana. El sol se dio a conocer de nuevo al mundo entre cortinas de blanca seda. El frío que cristalizaba el rocío de la noche, lagrimas de la luna por aquellas cosas bellas que se perdería durante el día, era mantenido a ralla por una estufa de hierro forjado alimentada con leña seca de vaya usted a saber cuantos años atrás. En aquella casita de cuento del pueblecito de Serrat, entre montañas pirenaicas, la vida empezaba a cobrar forma. El aire allí dentro olía a café recién hecho. El día empezaba magníficamente. El terror esperaba afuera, al acecho de nuestra inquietud por la aventura.

Entre risas y quejidos de huesos, nos desperezamos y tomamos un desayuno sencillo. Todo estaba preparado para la puesta en marcha de la última ruta de este larguísimo puente. Habíamos decidido tomarnos el día de manera sencilla, tomando una ruta que comenzando en el mismo pueblo de Ribes de Freser nos acercara suavemente por las laderas del Taga y el Coll de Jou hasta tierras de mi enamorada Garrotxa. Desde esta, hasta la carretera principal que pasa por Olot donde nos separaríamos los dos TT's en dirección a nuestras respectivas urbes; Barcelona para Luis y Figueres para mi. Un plan sencillo que habiase de convertir en unas pocas horas de traqueteos, vaivenes y charcos embarrados de poca entidad. Solo el inicio de la ruta tenía un interés cuatrero de verdad, el resto, aunque desconocido, se leía en el mapa del ICC como un paseo bajo la verde frondosidad de la naturaleza.

Como estaba previsto, el camino entre Ribes de Freser y el pueblecito de Bruguera, se hace un pelo complicado. Y es que este camino es estrecho. Paso de vacas a pastos altos, se enreda en la ladera sur del Taga como una serpiente al cuello de su víctima. La vegetación, mas que frondosa parece selvática. Los árboles, todos de hoja perenne, alfombran el suelo en un estallido en color marrón de belleza otoñal. El musgo jalona el camino y los helechos lo adornan para la Navidad. El ruido de los motores de los TT's es lo único que rompe el silencio en la ladera de este pico. El Taga, y con el el Pirineo gerundense se despide de nosotros al paso del pueblecito de Bruguera. Tomado ahora por herencias millonarias venidas de la gran capital, Bruguera abre sus puertas a la civilización creando una gran catástrofe ecológica con el asfaltado de una pista milenaria que había unido la Garrotxa con el Ripolles a través de un amplio camino al paso por el Coll de Jou. ¿Donde estaban los ecologistas cuando se hurdían planes preñados de de intereses capitales? Mugarra, escucha este grito de amante insaciable de esa tía tan buena que es la naturaleza, no bizquees cuando conviene al bolsillo ni apartes la mirada cuando alguien soporta la tuya. En cualquier caso allí arriba hay algo que nadie podrá nunca destruir: el deleite de contemplar las cosas como son desde un lugar muy pequeñito de esta maravillosa tierra. Desde allí arriba montañas nos ofrecen un espectáculo que me hace brillar los ojos y enaltecerme a la infamia del ser humano. Vale la pena ser cuatrero aunque solo fuera para dar rienda suelta a esas pasiones. Mugarra nunca entenderás que en el fondo también formas parte de nosotros. Dejamos el Coll de Jou hacia el mediodía para poco mas allá tomar una pequeña pista que, en principio nos dejaría en Ogassa, y de ahí a Sant Pau de Segurias. Sabíamos que había una pista trazada para ese recorrido, una pista conocida y experimentada por nosotros, pero fue precisamente este conocimiento lo que nos impulsaba a tomar esta otra pequeña pista que. llevándonos hasta el mismo lugar, nos daría a conocer otros derroteros aun no pisados por nosotros. En la misma entrada hicimos el primer alto y, de este modo, no supimos que el destino nos estaba advirtiendo de que no debíamos proseguir. Ojalá hubiéramos hecho caso...

Justo en la entrada del camino había una pequeña placa que advertía a todo aquel que se aventurara por aquella pista. La advertencia era clara y ponía sobre aviso de un batida de jabalí que se producía en la zona. Luís y yo intercambiamos la mirada y pocas palabras bastaron para reconocer que aquella placa solo precavía de la batida, en modo alguno prohibía el paso. En los pocos instantes que permanecimos ignorando los susurros de alerta de su majestad el destino, dimos fe el uno en el otro que no se oían disparos, ni cornetines, ni perros, ni nada que pudiera crispar la decisión que habíamos tomado. Eso ayudo a que jaleara el motor del Patrol para que tirara adelante y Luís a la zaga. unos pocos kilómetros mas adelante el camino tomaba una inclinación descendente que tensaba nuestros músculos como si de la cuerda de un arco se tratara. El zigzagueo a que de un golpe fuimos sometidos, hacía que tuviéramos que maniobrar continuamente; hora izquierda, hora a derecha. Bajábamos hacia el fondo de dos laderas de montaña que se juntaban tan finamente como dos amantes enlazan sus manos en primavera, sin embargo había algo que no nos gustaba. Comentábamos por la radio lo difícil que estaba resultando esa bajada, lo pedregosa que era, las cicatrices tan hondas que habían producido en la tierra del camino las lluvias de días anteriores. Nos preguntábamos el porqué de tan extraña curvatura en las ramas de los árboles que nos arañaban a su paso, no se si para impedir que siguiéramos adelante o para catar ellos antes que el demonio que vivía allí abajo a tan desafortunados y arrogantes hombrecitos. Las raíces salían del suelo y lamían las cubiertas de nuestros neumáticos. Tímidos arbustos nos salían en medio justo del camino, suplicándonos no despertar al monstruo de las profundidades. Un pequeño rebaño de vacas entradas en años nos miraron sorprendidas por haber conseguido llegar hasta allí, y es que apenas nos separaban unos pocos centenares de metros de un abismo de pesadillas. En principio se negaron a dejarnos pasar, pero un pequeño soborno aduanero a base de insistir a centímetros de avance de rueda, las convence de que, hasta ahí, somos invencibles. Dios... MIEDO... El MIEDO vive allí abajo...

- Luís no me gusta lo que veo - Se me corta la respiración solo de pensar que mejor nos volvemos por donde hemos venido, volviendo a pasar por los arañazos de aquellos árboles que no nos querían en su bosque.

- JODER ¿Que pasa ahora?

Una pronunciadísima declinación llena de piedras y guijarros salpicada de mierda fresca de vaca, por espacio de unos buenos cien metros, nos señalaba el final del viaje. Habíamos sucumbido a la reminiscencia de aventura que se olía en el lugar y pese a todo habíamos bajado. Habíamos hecho caso omiso a cuantas advertencias se nos hicieron por el camino. Habíamos importado muy poco el intento de las vacas por echarnos del lugar. Habíamos decidido bajar y sin saberlo, estabamos a punto de ofrecer nuestras carnes al demonio que allí habitaba. Enfurecido este por el rugido los motores de combustión, se regocijo entre las piedras, agazapado, esperando que acabásemos de entrar de donde no podríamos salir.

Por la magia del vuelo maléfico de un cuervo ante nuestro camino, decidimos bajar a ver cuales eran realmente las posibilidades de pasar por el INFIERNO sin saberlo. Las majestuosas montañas brindaban su reto a un riachuelo de apenas un palmo que además servia de lecho al demonio mencionado. En forma de badén, nosotros habíamos de bajar el final de la rampa que servia de garganta a aquel maléfico ser y immediatamente volver a salir del arroyo por una rampa ascendente de características similares a la de bajada. En principio el paso parecía complicado pero no imposible. Las medidas eran justas tanto en ataque como en salida, pero se podía hacer. Luís y yo estudiamos el paso de mil maneras difierentes; desde todos los ángulos, con todas las posibilidades. Incluso habíamos presupuesto que mi coche se quedaría en el ataque a la rampa de salida, por lo que el pasaría primero para poder estirar después con toda la fuerza de sus neumáticos, mas teteros que los míos. Pero yo no lo veía claro. Y las miradas de las mujeres de ambos me convencían de que ellas habían olido al demonio sin saberlo. Sus ojos decían lo que sus corazones vaticinaban y sus labios hablaban de calamidades. Inyectadas en la sabiduría de la precaución trataban de convencernos de que era mejor darse por vencidos y volver atrás que meterse allí sin saber porque.

Luís y yo nos mirábamos. El decía "podemos", yo pedía razón. "Escale" la rampa desconocida que había de sacarnos de allí para seguir adelante, oteando el resto del camino hasta la cumbre, y descubrir que el camino volvía a darme confianza apenas subida esta otra rampa de también cien metros. Parece mentira lo bien que sabia el aire fuera de aquella ratonera, y es que es bien sabido que el infierno suele oler a demonios. Cuando volví pude ver a un Luis mayormente convencido de que podía y debíamos pasar, pero también vi que las mujeres se habían reunido en secreto consejo y habían decidido boicotear cuanto pudieran son sus silencios y sus miradas, apartándose de nuestra presencia y de aquello a lo que estabamos a punto de abocarnos. Encontramos una pala de cavar totalmente oxidada y abandonada en el lugar, y no nos dio la gana reconocer que algún desgraciado antes que nosotros se había aventurado, y topado, y vaya usted a saber cuantas otras cosas mas, con el maldito rincón del infierno, dejando abandonada en su huida cualquier cosa que pudiera ayudarle a salir pitando de allí. Hoy se que no solo provee Dios cuando hace falta, sino que también lo hace el diablo cuanto no tiene más con que tentar. El arroyo se dejo oír por encima del silencio reinante, y como si del canto de walkirias se tratase, Luis y yo nos dejamos ir, abandonándonos al sosiego y mezcolanza que el maldito demonio nos infundia. Por que no? habíamos visto fotografías de TT haciendo cosas mucho peores en selvas lejanas. Habíamos contemplado boquiabiertos las evoluciones de otros TT en pruebas que presentaban obstáculos mas duros y difíciles de franquear que el que teníamos delante. ¿Porque no íbamos a poder nosotros? Había una respuesta sencilla que no sabíamos ver: allí había un demonio hambriento y nosotros éramos su desayuno. En las pruebas de TT solo había hombres, y en las fotos no aparecían ni se veían nunca las mas que seguras maquinas pesadas que los sacarían del atolladero si se quedaban en cualquier agujero. Ahora sentíamos el aliento caliente del diablo en el cogote y, por un momento, se me erizo la piel...

Ibamos a hacerlo. Luis pasaría primero y yo después. Al fin y al cabo no era para tanto: una bajada como muchas y una subida no mucho peor que la bajada. El arroyo... pues era solo eso: un arroyo. Las grandes piedras se apartaron por la fuerza bruta de mi amigo Luis (hay que ver lo que puede el tío!!) y con la pala encontrada alisamos el ángulo de ataque y salida del arroyo; a pedir de boca estaba quedando el paso, pero de la boca del infame que allí moraba.

Con todo, y después de estar por mas de una hora preparando el asunto, tomó Luis el volante del Terrano, que con su rugido de motor al retener en la bajada parecía pronunciar un lacónico NO! Bajó por la rampa y los neumáticos se estremecieron con el agua fría que descendía como babas maléficas de lo mas oscuro del infierno. Hasta aquí bien. Tomó Luís un poco de impulso para salir por el otro lado y se elevó la demoniaca presencia por entre las piedras mojadas, sujetando hambruna los palieres, los neumáticos y cuanto pudo para evitar que su presa se le escapara de entre las fauces. Y quedó el Terrano mal herido en su primer intento, inmóvil como estaba mientras el diablo lo lamía a conciencia, con los faros de delante rotos por la lucha que había durado una pequeña eternidad. Pero Luis no ceja y con rabia prehistórica acomete de nuevo la salida. Se le escapa esta vez de las manos al diablo por unos momentos y Luis consigue encaramar su eje delantero en la tierra prometida que era la salida. Pero revuelto, la beldad se retuerce hasta conseguir sujetar de nuevo la rueda trasera izquierda del TT, consiguiendo que el eje delantero pierda fuerza y deje el TT al punto de volcar, justo al limite de la caída, sujeto solamente por la tenacidad de la rueda delantera izquierda. El Terrano en un ángulo ascendente superior al 45 por ciento, se decantaba cada vez mas por su lado derecho en una inclinación lateral que en mucho había superado cualquier obstáculo imaginable en ese sentido. Una pequeña piedra salva la catástrofe y yo desde afuera le grito para que no se mueva del coche y apilo montones de otras piedras bajo esta, para que no pierda mas estabilidad. Después, Luis puede bajar y yo veo como su piel a cambiado de color. Esther ha filmado toda la escena sin parar pero no oye como su marido me susurra el terror que padece. Yo no tengo palabras porque se las comió el diablo. Lluisa desapareció montaña arriba con el pequeño Miquel por ser el que mas acusaba la tenacidad de un Belial cada vez mas ansioso. Corrí a coger eslingas y Hi-lift, sujetamos las eslingas a un árbol cercano y aseguramos el ángulo de caída del vehículo usando el Hi-lift a modo de cabrestante manual. Habíamos salvado el primer susto sin complicaciones, pero a diferencia de otros cuentos, este aun no se ha acabado...

Por qué será que pronto descubrimos por "casualidad" que alguien (tal vez el Robinson de la pala perdida) había cortado unos troncos largos, de al menos dos metros y medio cada uno, y posteriormente los había dejado allí tirados sin ninguna otra función que la de pudrirse a juego con la pala que ahora ya no nos hacia falta. Y, como imaginan inmediatamente vuestras mercedes, dimos cuenta de ellos para el uso sencillo de habilitarlos como puentes en donde el eje había perdido "pie". Efectivamente los troncos tenían, de nuevo por "casualidad", la medida justa del ancho del arroyo, y por tanto no nos quedaba mas que calzar el lado derecho de ambos ejes para salir del culo del infierno en el que nos habíamos metido. Lástima que no todo salga siempre a pedir de boca, y es que el Terrano volvía a estar a punto de caer de lado, sujeto, ahora mas que nunca, por el aclamado Hi-Lift. A luís le temblaban visiblemente las piernas. Ester había emitido mas que algún que otro gritito. Lluisa se escondía detrás de Miquel para no ver lo que estaba a punto de pasar, y yo, acojonado de verdad, no dejaba de darle a la palanca del Hi-Lift para remediar en lo que se pudiera tan nefastas consecuencias. El coche volvió a aguantar (bien por Nissan). Luis y yo nos mirábamos en silencio y decidimos salir por la puerta de atrás de aquel desaforado asunto. Ahí volvió a tomar protagonismo el mejunje de diablos que ya se daban cita para no perderse el final del espectáculo. Pasamos mas MIEDO... mucho más.

Luis tenia que salir ahora por donde había entrado, pero conla dificultad de tener que hacerlo de espaldas. No iba a ser fácil, eso ya lo sabíamos, pero tampoco pensamos que pudiera complicarse tanto, al fin y al cabo si se encallaba en la salida yo podía estirarlo de nuevo al camino. El problema que no habíamos previsto se dibujaba ahora en forma de precipicio de unos 7 u 8 metros de pared hasta el fondo del inclinado curso del río y compuesto básicamente de tierra arcillosa. ¿Y que le pasa a la tierra arcillosa? pues que se rompe a su paso si se fuerza. Y pasó... Ahora oía gritar a Luis desde dentro de su TT cuando se veía incapaz de hacer nada mientras su TT rompía el saliente y hacia resbalar el Terrano hacia una caída segura. Teníamos que haber asegurado el TT con la eslinga al mío, pero no lo hicimos. Así que, lo recuerdo ahora como a cámara lenta, Luis gritaba sin poder hacer nada... el TT caía y Esther se tapaba los ojos y se daba la vuelta para no ver. Mi persona se fue de vacaciones y dentro de mi no quedaba nadie, solo el eco del grito de Luis... Desgarrador...

Cuando ya nada podía salvar el coche de la caída y de volcar sin remisión, algo que tampoco estaba previsto vino a suceder: el diferencial trasero del Terrano se apoyo en una pequeña masa rocosa del suelo cuando ya no había nada que sujetara el lateral derecho del Terrano con la viva superficie. En un alarde de sensibilidad sobrenatural, puedo jurar que oí al demonio chasquear la lengua de fastidio. El Terrano no había caído, y Luis con él tampoco, al menos de momento. Luis sale del coche descompuesto. Lo miro, vacío yo. Luis me pide un momento de respiro porque no puede más, esto se esta llevando lo poco que le queda de hombre  y no lo digo en el sentido estructural de la palabra. Yo hace rato que perdí esa conciencia humana y solo pedía a la Santa Purísima Trinidad a la que habíamos salido a festejar, que nos echara un cable de acero que sacara a mi amigo de esa situación. Volvimos a apuntalar todo el lateral derecho del Terrano removiendo las piedras que habíamos usado antes, los troncos y la pala. una vez fijado de nuevo los ejes faltos de soporte, decidimos con acierto remover las piedras grandes del lecho avanzar por el unos metros y aprovechar un remanso para maniobrar y darle la vuelta al TT. Fue arduo, largo y sobre todo pesado (¿¡pero cuanta fuerza tiene Luis!?). Las maniobras fueron mas lentas aun y se llevaron otro faro del TT. Consiguió Luis encarar el vehículo hacia la salida del agujero podíamos sentir como el diablo perdía fuerza, o tal vez interés, o tal vez ya se había divertido bastante, no se. Atacó el Terrano la salida mortal rozando el pequeño precipicio descarnado y salió el Nissan cuando la rueda trasera, ahora del lado izquierdo, perdía tracción en el aire del vacío que poco antes había ocupado una brizna de tierra húmeda. Sin embargo el TT tenía buena tracción en el resto de ruedas y salió disparado de su nefasta aventura.

Limpiamos la sangre de las heridas abiertas en las manos tras la batalla, cargamos rápidamente los coches y nos largamos a toda leche, por el camino que hasta allí nos había llevado, encontrándolo ahora hermoso y sin problemas (¿por que seria?). Aun teníamos el susto en el cuerpo cuando, horas mas tarde nos comíamos un bocadillo en un lavadero de coches. Aun oigo la risa del diablo que allí habita cuando le doy la espalda a las sombras en la calle. Aun necesito darme cuenta que, pese a todo, volvería a librar nueva batalla, porque en el fondo de toda esta historia el miedo juega una parte importante, ya que él se halla siempre dispuesto a ver las cosas mas feas de lo que son en realidad, o es que tal vez solo dejamos de ver fantasmas cuando estamos suficientemente lejos de donde ellos moran?

El hombre que ante los abatares de la vida no medita, vive en la ceguera; el hombre que medita vive en la oscuridad. No podemos sino optar entre las tinieblas. En esta oscuridad que, hasta el momento presente, es casi toda nuestra ciencia, pues no hay mas aventura que vivir en nuestros días, así pues la moraleja de este relato de cuatro capítulos es que la experiencia tantea, la observación acecha y la suposición va y viene.

Al fin, después de todo, al séptimo día se descansó... 

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