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Relatos 4x4

Papancias

 


Como su nombre indica, esta es la crónica de la segunda reunión de "cuatreros" gallegos realizada bajo el epígrafe de "Papancias". El título del epígrafe es importante. Quien lea la crónica deberá tener siempre en cuenta que toda actividad que en ella se relata y que tenga visos, parezca o insinúe tener alguna relación con la práctica del TT no le llame a engaño, y saber que toda esa parafernalia de vehículos, medios técnicos y humanos no es más que una excusa para disfrazar de actividad deportiva lo que no es ni más, ni desde luego menos, que una reunión con el único fin de comer todo aquello que corra menos que nosotros.

Una vez aclarado este punto, importantísimo para comprender bien el desarrollo de la jornada, paso a relatar la misma.

El pasado Sábado día 10 de Marzo nos dimos cita a las 12:00 AM varios miembros de la lista en Santiago de Compostela, delante del centro comercial Hipercor. El lugar de reunión, bien escogido por el organizador oficial de la Papancia II, JUAN LAMELA (así seguro que todos os enteráis :-) tenía la doble ventaja de estar bien enlazado con la autopista y, además, poseer la capacidad suficiente para que aparcásemos sin problemas los 19 coches que participamos en la Papancia, los cuales fueron:

Discovery "Sin mancha alguna". Vicente "La eslinga por delante, que sois unos patosos".

Discovery "Bandera roja". Javier Otero "Soy novato".

Galloper "Antinieblizado de P.M.".  Raúl "Cagüen el chucho Perro Retroexcavadora".

Isuzu "Barroadicto". Trujillo "Mecánico oficial" y  Oswaldo "Croqueta".

Jeep Cherokee "xjodiac". Manuel "Ni que tuviese un Lo Rompo" y Marta "Ya no soy Cía?".

Jeep Wrangler "Bonito ktkagas". José "Esto está chupao" y  Loly "Tengo hambre".

Lada "Con 5 cm más sus vais a cagar". Víctor "Passssso de la emisora" y Noa "Pues no nos enteramos de ná".

Land Rover "Jurásico". Santiago "J&B" y Augusto "¡Snif!".

Land Rover "Sogama". Emilio "Sargento de 1ª" y Tito "Médico de la compañía".

Montero "Cabrio Big Foot"(¿Por qué no me lo vendiste, bandido?). Xavi "Dandy de la pradera" y Carlos "Boy Scout de juja bebedor de vodka".

Montero "Fedimizado". Juan "Organisaor de saraos" y  Rosario "Me las piro con el buga".

Montero "Cagüen la cadena la transfer". Xavi "Matanza de Texas" y Viqui "En casa es pacífico".

Patrol "Polaris". Fabio "Ya no soy novato" y  Eva "Eso dice él".

Suzuki "Machote pelo en peito". Marcial "Navegante" y Patricia "Grumete".

Suzuki "Yellow Chimpín". Quique "Consiguegangas".

Terrano II "Buga James Bond". Salva "Inspector Gadget" y  Mily "La voz de la cordura".

Terrano II "Azulón". Anxo "¡Cachis, son las 4:00!" y Moza "Sus voy a matá como me pongáis moza otra vez".

Toyota 4 Runner "Flagoneta". Wiki "No me dejan llevar el buga" y María "Mujer al volante, desafío constante".

Vitara "Bajito pero matón". Carlos "A la chita callando, paso por todo"

Espero no olvidarme de nadie. Lo siento mucho si es así, pero es que éramos muchos.

La mañana era lluviosa. Bueno, como todas las mañanas, por otra parte. A las 12:00 estaban concentrados ya unos 10 coches. Entre ellos el mío ¡Llegué a tiempo! Nadie podrá culpar al "Chuchuki" de haber salido a las 12:45. El resto de los coches fueron llegando con cuentagotas, y alguna de la gente aprovechó el ínterin para realizar alguna compras en Hipercor. No, si es que algunos coches sólo sirven para ir al hipermercado y nada más ;-)

Uno de los últimos coches en llegar fue el Big Foot de Xavi, ya que Iberia decidió desviar su vuelo de Madrid-Santiago al llegar al aeropuerto de Santiago, con lo que durmió en Madrid y llegó a Santiago a eso de las 10:30. Con las prisas y el ansia de unirse a la caravana, ni se cambió, con lo que llegó a la concentración hecho un "dandy" del monte, todo "recolocao" y con zapatitos de bonito. Lo que, a la postre, le resultaría muy útil, como veréis.

Pusimos en marcha los mecanismos a eso de las 12:45, ya con un punto de hambre en el cuerpo, y con alguno de los componentes del grupo preguntando por la cena (Loly, levanta la mano). Comprendednos, Papancia II. A los mandos de mi vehículo, uno de los dos únicos auténticos TT de la caravana (el otro, 40.000 ptas., aún no me lo creo), iba mi grumete, ilusionado con la perspectiva de ser cabeza de carrera de la serpiente 4x4.

Nos dirigimos al punto de comienzo de la ruta. Éste se encuentra situado en el cruceiro que está en frente de la iglesia del barrio de Conxo, la cual está pegada el Sanatorio Psiquiátrico. Después de esquivar a una horda de ATS que portaban unas curiosas batas de manga larga las cuales estaban empeñados en regalarnos, enfilamos hacia el sur para buscar el comienzo de las pistas de tierra. En el camino el "organisao" nos pidió que nos numerásemos, petición que resultó harto difícil para alguno de los componentes de la caravana. El fallo del organizador fue no decir que nos numerásemos para ir encargando la cena. Seguro que de esa manera no hubiese fallado nadie en el recuento.

Una vez entrados en pistas, la visión de la naturaleza, con toda su vegetación, sus pajaritos y todas esas cosas tan bonitas que hay por el monte casi consigue despistar a alguno de nuestro objetivo original, y algún infiel preguntaba qué distancia quedaba hasta el comienzo de las dificultades, y no cuánto quedaba hasta el punto en el que comeríamos. Bueno, en cuanto a las dificultades, el primer tramo era de pistas lisas y sencillas, las cuales permitían una conducción que no exigía mucha concentración, excepto para Manuel, cuyo Cherokee hidrofóbico precisaba de la más exquisita de las conducciones para no naufragar en los charquitos que íbamos encontrando.

Al final del primer tramo nos detuvimos para esperar a los dos LR, los cuales teóricamente nos esperarían bajo un tramo elevado de la autopista. Mientras esperábamos nos dedicamos a curiosear los coches de los integrantes de la Papancia (la admisión R del Jeep de José, los antiniebla ocultos del Galloper de Raúl), y a empaparnos mientras tanto, por que seguía lloviendo sin prisa pero sin pausa.

Después de un rato nos llaman indicándonos que los LR nos esperan junto a un depósito de agua situado en mitad del segundo tramo, con lo que ponemos en marcha de nuevo los motores. Nada más comenzar a andar, tenemos que detenernos para retirar una piedras de tamaño considerable que los operarios de una especie de depósito "ilegalillo" de material de construcción al aire libre siempre colocan en medio del camino, y nosotros siempre retiramos, en una especie de juego cómplice. Continuamos ruta una vez despejado el camino, camino que poco a poco iba encontrando charcos cada vez más grandes, para desesperación de Manuel.

Este tramo se desarrolla paralelo a la autopista. Curioso contraste, turismos circulando por asfalto a toda velocidad, y TT circulando a 30 Km./h por pistas de tierra en dirección contraria. Comentarios jocosos al pasar junto al peaje, que esperemos no sean el presagio del futuro de nuestra actividad.

Ya desde el comienzo del segundo tramo contactamos por radio con los ocupantes de los LR. Poco antes de llegar al depósito en donde nos esperaban, el primer obstáculo del recorrido se cobró las primeras víctimas. Un desvío del camino principal que se unía en ángulo recto a éste obligaba a pasar por una cuneta anegada, que en principio parecía de poca profundidad. Mi grumete, que conocía esas aguas ya que lo llevé el sábado pasado a recorrer la zona como entrenamiento, abordó el obstáculo con algo de inercia, de manera que pasamos sin problemas, aunque un tanto sacudidos ¡Como una campeona! El Terrano de Salva, el Mitsu de Juan, el Jeep de José, el Mitsu de Xavi Texas, el Galloper con Raúl y su retroexcavadora pasan sin problemas.

Pero el terreno está muy mojado, y el paso de las máquinas hace que la dificultad del obstáculo suba muchos enteros al paso de cada uno de los coches, con lo que al llegar el Patrol Polaris, se engancha. Xavi Texas se lanza al rescate, y los demás, que habíamos aparcado un tanto lejos para dejar espacio para que la caravana se vaya reuniendo a medida que superaba el obstáculo, apagamos motores y nos dispusimos a esperar. Espera que suponíamos sería corta, pero comenzó a alargarse más de lo normal. Loly hizo otro comentario acerca de la comida, y la gente de los LR, ya en contacto total con nosotros a través de las emisoras, comentando que si tardamos más cuando llegásemos tendría una moña de tres pares de narices, ya que estaban matando el tiempo a "cubatas". Mientras, para matar el tiempo nos entretuvimos observando el poderío de la retroexcavadora de Raúl arrancando ramas y palos del camino. Un perro simpatiquísimo, y que debe de comer plutonio para desayunar.

Por fin aparece Xavi Texas, con el Patrol Polaris detrás. Pero más coches se atascaron, con lo que la espera se alargó aún más. El Isuzu de Trujillo se atascó, y al acelerar para intentar salir levantó toneladas de barro con sus Fedima que rebozaron a Oswaldo, el cual estaba ¡A 2 m y situado a un lado! Tanto el coche como Oswaldo quedaron tal croquetas, hecho que no pareció importar a ninguno de los dos. Tremendas la Fedima. Vicente también apareció después, con la eslinga anudada en la defensa, en previsión de futuros desastres.

Como la cosa se alargaba, Juan decidió acudir en ayuda de los atascados. Entonces, y visto que se nos echaba el tiempo encima, decidimos continuar hasta el punto en donde nos esperaban los LR, con sus tripulantres ya en el Nirvana, y retornar con el Suzuki Machote para guiar al resto por una alternativa de asfalto. Avisamos por las emisoras y comenzamos la marcha, y en eso consiguió pasar el último, el Mitsu Big Foot, el cual pasó sin problemas, a pesar de ser la primera vez que se apunta a una ruta y de que el paso estaba en unas condiciones deplorables. Juan echa a correr en vista de que Rosario se daba el piro con su buga, temeroso de que desease abandonarlo, por que no había oído el aviso por radio.

Una vez en marcha, llegamos junto a los LR. Encuentro muy alegre, en parte por el alivio de los que esperaban, hartos ya de estar parados, y en parte por que el "pasatiempo" les había calentado los corazones. Continuamos ruta sin dilación, y el organizador intentó sin ningún éxito que el LR Sogama pasase al final de la cola, para evitar el humo del aceite que el LR "utilizaba". El hambre estaba haciendo estragos entre los integrantes del grupo, algunos de los cuales ya comenzaban a preguntarse si la gente no estaría cogiéndole el gustillo a todo aquello del barro y los coches, y estaría traicionando la noble causa que nos había reunido.

Nada más distante de la realidad. Después de una bajada llena de tojos, que lamían con saña los laterales de los coches cebándose en los más anchos, y de un escalón con una pequeña inclinación, llegamos a un prado colindante con un pequeño bosque y un límpido regato, conjunto que se antojaba ideal para comenzar a dar sentido a todo aquel despropósito de motores, ruedas y barro con una buena comida. En ese momento la lluvia se tornó llovizna, por lo que elegimos aquel sitio para darle al diente.

Apagamos nuestras monturas y comenzamos a sacar las viandas de los vehículos. Nosotros, copiando la previsión de la Papancia I de la que hizo alarde Salva, llevamos nevera con todo tipo de bebidas, yogures, ensaladilla y sandwiches de pastel de salmón. Pero a todo hay quien gane, y hubo quien captó mejor que nosotros la esencia de esta reunión. Salva y Mily volvieron a sorprender con banderillas y otras exquisiteces varias, además del montaje de sillas plegables, sombrilla y demás artilugios con el que ya nos sorprendió en la anterior ocasión. Trujillo y Oswaldo venían armados con dos magníficas botellas de vino, con las cuales consiguieron convertir la merienda campestre en un acto pleno, lleno de contenido. Y así, entre mordisco y trago, la reunión comenzó a encarrilarse en la buena dirección, olvidados ya los esfuerzos realizados para llegar hasta allí.

Una vez saciados, recogimos el "chiringuito" y retomamos el camino. Cuando estábamos cerca del final del segundo tramo apareció un "pseudo-macarrilla" en un Seat Ibiza que se acercó a toda velocidad en plan desafiante, tal vez creyendo que la conductora que iba en cabeza pilotando el Suzuki Machote iba a achicarse. Cuál sería su sorpresa cuando vio que no sólo no se achicaba, si no que la respaldaban 19 TT, algunos de ellos con hachas en la baca y sin ninguna intención de recular. Inmediatamente enmendó su error y recorrió todo el trayecto hasta el enlace de asfalto ¡Marcha atrás! Ni se atrevió a intentar dar la vuelta en los 600 m del recorrido.

En el enlace de asfalto comenzaba el tercer tramo, y con él el comienzo de la dificultades. Dificultades sí, pero merecidas.

En este punto, una vez degustada la comida y hechos ya unos 14 Km. de ruta, debimos dejar de lado las máscaras, dar por terminado el carnaval, enterrar la sardina y dedicarnos al objeto único y fundamental de toda la reunión. Pudimos buscar un buen bar para tomar un café, jugar al dominó o al mus, esperar a que diesen las 7, y entonces continuar el ritual ¿Cómo? Pues comenzando la merienda, naturalmente, atesorada en las neveras de nuestros buques, a la espera de que decidiésemos abordarlos.

Una merienda rica y nutritiva, a la que, dada la hora, podría seguir una ruta por los bares de la zona, para atacar sus bodegas con las reductoras engranadas. Este punto es importante, ya que si no las engranamos, en muy poco tiempo recorreríamos un gran número de bares, con lo que nuestros vehículos comenzarían a perder estabilidad direccional, y, más tarde o más temprano, perderían tracción debido a las inevitables salidas de pista.

Yo he dicho ya muchas veces que en los TT modernos no sobran las reductoras, y he aquí una muestra palpable y absolutamente irrebatible, que deberéis tener en cuenta cada vez que pretendáis enfrentaros al imponente desafío de las maravillosas rutas de nuestros variados y ricos bares .

Después de los vinos podríamos haber fijado en nuestros GPS el waypoint del "Fogar do Santiso", para llegar así al objetivo de la ruta, y de esta forma poder fotografiarnos todos juntos con el éxito ya en nuestras manos.

Pero no, no podíamos dejarlo así. En vez de actuar como sería lógico, hemos hecho lo ilógico. Podríamos estar ahora contando una mentira de campeonato, explicando las mil y una vicisitudes inexistentes a las que tuvimos que hacer frente en nuestra aguerrida incursión en el corazón de la naturaleza. Contaríamos historias de cabezas de dragones cortadas, truchas de 1,5 m, pueblos asaltados, mujeres (y hombres, claro) conquistados y mil y una perrerías que os dejarían boquiabiertos, y nos encumbrarían al más alto podio del honor. Sin embargo, para nosotros estaba reservado el destino que aguarda inevitable a aquellos que suplantan a los demás, y que pretenden ser una cosa, siendo en realidad otra.

Llevaba todo el día lloviendo, pero a esta adversidad se le comenzó a unir la niebla, que poco a poco iba reduciendo la visibilidad. Iniciamos el ascenso a la Pena da Agrela, la cual ofrece en condiciones normales una hermosa vista de Santiago y el valle de Padrón, pero que en esta ocasión estaba totalmente cubierto de niebla.

La ascensión se realiza en dos partes, con un pequeño y emocionante descenso intermedio con los coches inclinados. El ascenso transcurrió de forma pausada, a pesar de las invitaciones a imprimir una mayor alegría al ascenso que provenían de la emisora. Mi grumete y yo decidimos hacer caso omiso de las sugerencias, pensando que más valdría hacer 25 Km. bien llevados y disfrutando que 35 como desesperados a la búsqueda de una meta cuya deliciosa recompensa era nuestra de antemano.

Al terminar el primer tramo del ascenso comprobamos que era inútil detenerse a admirar un paisaje que permanecía totalmente oculto a nuestros ojos por la intensa niebla. Comenzamos pues de inmediato el pequeño descenso, con precaución debido a que el terreno se encontraba mojado y resbaladizo. En mitad de la bajada recibo un toque de atención de mi grumete, implorando consejo, ya que mientras yo me encontraba absorto consultando el rutómetro y escuchando la emisora, nos habíamos desviado un poco del trazado óptimo del descenso debido a los continuos deslizamientos de la zaga del vehículo, y aunque en caso de tener que reconducir el coche al buen camino pisando un poco los laterales no correríamos peligro por la configuración del terreno, esto sólo era posible saberlo conociendo de antemano el camino, por que la niebla no permitía comprobarlo por uno mismo.

El final del descenso intermedio termina en un cruce de caminos, en donde hicimos una pequeña pausa para reagruparnos los coches de cabeza. Recibimos peticiones por radio para encender las luces, ya que la niebla se había vuelto tan intensa que en cuanto uno perdía el contacto visual con el coche que te precedía, no era posible volver a localizarlo salvo acelerando y confiando en la suerte. En seguida reiniciamos la marcha, confiando en que la medida de las luces iba a resultar útil, y también en los tres rutómetros que estaban repartidos entre los integrantes del grupo.

A pesar de todo ello en este punto parte de la caravana perdió el contacto, y ni con el rutómetro se pudo evitar que un buen número de coches perdiese el contacto y el camino, internándose en el bosque mientras el resto llegamos a la cima del monte. Cuando nos dimos cuenta de que las conversaciones del grupo perdido no describían la fisonomía del terreno que habíamos recorrido, se dieron instrucciones para que no avanzasen.

¡Maldita suerte! La búsqueda prometía ser larga, ya que la reducida visibilidad de apenas 20 m no nos iba a permitir intentar localizarlos desde lo alto con los prismáticos. Por otra parte se habían internado en el bosque, lo que dificultaría aún más la búsqueda. Afortunadamente, mientras transmitían su situación avanzaron un poco más, lo que en condiciones normales suele complicar aún más las cosas. Pero en esta ocasión no fue así, y llegaron a un claro en el que había un campo de fútbol.

Esto constituía una clara referencia, con lo que nada más oírla partimos dos coches en su búsqueda, el Mitsu "Fedimizado" de Juan y mi Suzuki, ahora ya conmigo a los mandos, para relevar a Patricia, que había realizado un excelente papel. Juan, conocedor de la zona en la que nos encontrábamos, partía en otra dirección para asegurarse que no quedaba nadie descolgado, ya que no estaba claro en los mensajes recibidos por la emisora que todos los coches que se habían separados de la cabecera estuviesen agrupados, tal era de mala la visibilidad.

Para alivio de todos, encontramos enseguida al grupo, y después de esperar a que Juan completase la batida y nos alcanzase guiamos a los Chicos Perdidos a lo alto de la montaña por una pista alternativa, para así comenzar agrupados el descenso al valle.

Hasta aquí, el recorrido había sido sencillo. Pero ahora comenzaba a estropearse el terreno , y para evitar cualquier problema advertí por la emisora que el siguiente paso tenía cierta dificultad. La semana anterior elaboré un rutómetro alternativo para esta zona, pensando en los coches de serie y en la gente que venía por primera vez. No es cuestión de asustar a la gente ya el segundo día, me dije. La bajada al valle consistía en 570 metros de bajada por una pista la cual alguien decidió hará unos 2 años convertirla en cauce de un regato que por allí pasaba. En estos 2 años ha erosionado el centro de la pista, con lo que existe una rodera central de alta como unas Fedima, y rocas suficientes para reventar el cárter de cualquiera. Naturalmente por el centro de esta delicia pasa el regato, ahora convertido en torrente caudaloso debido a las lluvias de estos 6 meses.

¡Cuan engañado estaba respecto a las posibilidades de los integrantes de la expedición! Siguiendo las indicaciones de los que pasamos primero, uno a uno fueron superando los obstáculos sin mayor problema que algún golpe sin importancia en los bajos. Los coches estrechos, evitando lateralmente la rodera. Los anchos, dejándola entre las ruedas. Estas maniobras se realizaron con la guía de Augusto, José, Salva, Juan y yo mismo, ya que las dos maniobras suponían un cierto riesgo. El dejar de lado la rodera era a costa de abordar el obstáculo por un trazado que imprimía al vehículo una notable inclinación, situación nada tranquilizante para el conductor. Quien optase por dejar la rodera en medio del coche, debía asumir la posibilidad de que el vehículo no fuese lo suficientemente ancho, hecho que podía motivar el que una de las ruedas patinase y cayese en el centro de la rodera, apoyándose entonces el coche contra el lateral de la carrocería. Naturalmente se abordaron los obstáculos con los vehículos ocupados únicamente por el conductor. No era necesario meter a nadie más en aprietos.

Los coches pasaron esta prueba con una sorprendente facilidad. El Suzuki Yellow Chimpín, a toda mecha, pitando a los que impedían el paso. Los LR de Emilio y Santi, por el medio y medio, nada de sofisticaciones. A por todas, ni que fuese para tanto.

Los "Fedimizados" de Juan, Salva y Xavi, con facilidad insultante, confiando en su altura libre. El Mitsu Big Foot, apoyando sus ruedones en cualquier sitio sin importar mucho en dónde. Realmente apoyaba en todos los sitios a la vez. La "Flagoneta", a pesar de su longitud, sin problema, pilotada por la mano experta de María.

El Ladilla con Víctor a sus mandos y la "xjodiac" con Manuel, a la perfección, superando su hidrofobia. El Vitara, que en principio parecía un tanto bajo para tal empresa, sin rechistar. El Wrangler de José, como si estuviese de paseo por una playa californiana. Sólo le faltó descapotar el coche.

El Patrol Polaris de Fabio, desquitándose del "atasquillo" en el primer obstáculo y demostrando que a él las roderas no le plantan cara. Los Discos de Vicente y Javier, con flemática compostura, sin dar importancia al camino. El Galloper de Raúl, sin ni siquiera precisar la ayuda de la retroexcavadora para despejar el trazado.

El Isuzu de Trujillo, retozando el el arroyo para limpiarse el barro, como si estuviese de domingo en un autolavado. El Terrano de Anxo, de turismo observando el paisaje, como si aquello fuese una "pistilla" cualquiera.

De esta forma, sin prisa, todos fuimos pasando el primer obstáculo de importancia sin ningún percance ¡Esto si que es un grupo de cuatreros! Nos felicitamos todos por haber superado este obstáculo, que en su inicio se antojaba imposible, y una vez conseguido ya no parecía tan terrible.

Una vez superada la prueba continuamos el descenso hacia el fondo del valle. El descenso termina en un cruce con una pista, en donde debíamos tomar a la izquierda. Justo en el cruce habían caído dos eucaliptos que nos cerraban el paso, así que hubo que detener la caravana nada más arrancar. Avisé por la emisora del obstáculo y bajé del coche a supervisarlo.

Dos arboles, uno estrecho y otro grueso, impidiendo el paso. Salva me lanzaba puyas diciéndome que podía pasar sin tocar los árboles, que mi coche pasaba por el pequeño paso que los árboles dejaban. Había que conducir el coche hasta los árboles y girar a la izquierda, para encarrilar el vehículo hacia la pista que formaba un ángulo de 20º con la que habíamos utilizado para bajar al valle , pero para ello la rueda izquierda del coche debía salvar el desnivel existente entre la pista por la que bajábamos y la pista en la que estaban los árboles.

El desnivel era del tamaño aproximado de mis ruedas, con lo que visiones de mi Suzuki tumbado de costado con la rueda delantera en el fondo y la trasera en lo alto del camino se cruzaron ante mis ojos, por lo que decidí subir por la sierra y cortar al menos el arbolito pequeño. El arbolito lo cortamos entre dos en un santiamén, y con el hueco libre ya sería más fácil pasar aunque maniobrando de lo lindo. Pero eso un Suzuki, que es cortito ¿Y el resto de la caravana?

Después de considerar seriamente si el perro retroexcavadora podría con el árbol, a lo que él parecía dispuesto y confiado de sus posibilidades, la solución la aportaron Santi y Xavi Texas. Santi había traído una motosierra, y Xavi bajó con ella al hombro cual leñador. Llevó su tiempo poner en marcha el cacharro infernal, y una vez encendido, Xavi atacó el árbol con saña, cual protagonista de La Matanza de Texas. Con la motosierra y todo costó bastante cortar el dichoso tronco, pero al fin se logró ¡Bien por Xavi!(fue el único que se atrevió a utilizar aquel trasto). Después apartaron el tronco del camino entre todos a base de músculo.

Digo lo apartaron, por que yo estaba observando la maniobra con un "cubata" en la mano, ya que la maniobra lo merecía. Ya sé, ya sé. Es poco solidario regodearse en el trabajo ajeno mientras uno disfruta de la vida. Pero es que me encontraba absolutamente agotado después de serrar la mitad de un tronco de 20 cm ¡Serré 10 cm con mis propias manos!

Sí, sí, habéis leído bien, con estas diestras manos que habían conducido a aquel grupo hasta el fondo del valle con tanta maestría ¡Qué ignominia, estropear tan maravillosas manos con un innoble árbol! Convendréis conmigo que tal acción es absolutamente reprobable, y que la única opción digna era dispensarme a mí mismo el regio trato que aquella horda de desagradecidos me debía. Aún no puedo comprender los gritos de indignación que me lanzaron al verme ¡Gritos, a mí! Es el colmo del descaro. Estos plebeyos no merecen ni siquiera mi desprecio.

Reanudamos la marcha, una vez superado el incidente forestal, pero a 700 m nos esperaba otra sorpresa. Otro árbol de considerables dimensiones tumbado en el camino, haciendo de arco por encima del mismo. Va veía venir a aquella chusma ¡Ehhh, el Principito, a cortar el arbolito!

Pero claro, todavía hay clases, me dije yo, y entonces utilicé uno de los múltiples recursos que los pertenecientes a la Nobleza del TT atesoramos. Como el árbol estaba bastante alto me pegué al borde izquierdo del camino, que era el sitio por el que había más altura, y conseguí pasar con el Suzuki. Bien, uno menos. Pero el resto seguro que no pasa ¿Donde está esa motosierra?¡Xaviiii!

No hizo falta. Armados con una sierra de mano como la que yo había utilizado con el primer árbol (tiemblo nada más pensar en tan indigna actividad, impropia de mi elevada posición), cortaron el segundo con una facilidad pasmosa, en menos de 5 min. Increíble lo que una sierra de 350 ptas. y una horda de vasallos puede hacer.

Lo apartamos del camino tirando inicialmente con el LR de Santi y después a base de músculo. Sí, sí, mis propios bronceados y torneados músculos, después de lo cual todo el mundo se puso a apurar al cabeza de pelotón (yo mismo) ya que se hacía tarde, a lo que contesté con la mayor de las dignidades que ya tenía el coche 50 m más adelante, que algunos habíamos venido a hacer auténtico TT y no nos detenía un "palillito" de ná. Si lo sé me callo la boca, por que hasta los Reyes del TT tenemos límites, y lo iba a comprobar en un breve plazo de tiempo.

En seguida llegamos al sitio más temido por Manuel: el vadeo. En principio es un paso sin importancia. Es la confluencia de un arroyo con un afluente que únicamente tiene agua en invierno. El paso es pequeño, unos 3 o 4 m, y con poca profundidad en condiciones normales, unos 20 cm, y además el fondo es rocoso y sin pozas, con lo que no tiene ninguna dificultad.

Pero la lluvia incesante de los últimos meses varió todo eso, y, como apuntaría más tarde Manuel, cuando va de pesca a los cursos de agua de ese tamaño no les llama regatos, son ríos con todas las de la ley. Además se sumaba otro factor. A la derecha hay un escalón en el lecho, y si la corriente te desvía el coche, lo más probable es que el vehículo vuelque de costado en medio de la corriente de agua. Este extremo naturalmente no lo comuniqué a los integrantes de mi pequeño ejército. Es algo natural. Un buen líder no distrae la mente de sus soldados con información que no aportará nada para la consecución de sus objetivos. Por el contrario, podría ser que sembrase la intranquilidad entre mis huestes, e incluso el pánico, situación que podría desembocar en un completo desastre.

Teniendo en cuenta todo ello, la caravana abordó el paso con las máximas precauciones, por si las moscas. Los culatines de Manuel comenzaron a temblar, presas de un pánico irrefrenable.

El vadeo resultó ser mucho más fácil de lo que parecía, y los coches fueron pasando sin mayor problema, disfrutando de su paso por el cauce de agua, regodeándose en la visión de sus ruedas sumergidas y del arroyo batiendo contra el costado de sus monturas, mientras Augusto filmaba toda la jugada. Nadie patinó ni se acercó siquiera al escalón, con lo que nos reagrupamos a continuación del vadeo, en un cruce con una pista asfaltada el cual constituía el final del tercer tramo, el comienzo de la ascensión al monte Miranda y con ella, el dragón que había de consumirnos a todos.

Comenzamos la nueva ascensión con calma, mientras calibrábamos el estado del terreno. Cada vez estaba más empapado, al igual que todos nosotros, y la niebla se cerraba poco a poco, con lo que la visibilidad disminuía por momentos. Además ya era tarde, nos quedarían unas 2 horas de luz. Tenía prevista una alternativa para la ascensión, pero visto el increíble comportamiento del grupo en la bajada anterior y dado que ya no nos daría tiempo a abordar muchos más obstáculos ese día, no indiqué la posibilidad de alternativa para así afrontar la subida todos juntos y después descender del monte por pistas fáciles, ya que de noche la bajada del monte por la ruta prevista podría ser un tanto difícil ¡Quién me iba a decir que la alternativa la íbamos a tener que tomar todos!

La ruta continuaba en medio de una espesa niebla y una persistente lluvia, y llegó un momento, después de atravesar un cruce con un montón de barro, en el que el camino ya estaba totalmente anegado. La profundidad variaba desde cubrirnos el alto del neumático hasta llegar a la mitad de la rueda, pero en todo caso completamente anegado. En algún tramo llegaba a dar la impresión de un largo y suave vadeo. Llegamos a un desvío a la derecha en pendiente, el cual nos llevaría a un cortafuegos. El cortafuegos no era la parte difícil de la ascensión , si no un mero enlace. Pero iba a ser nuestra perdición.

Dirigí mi coche hacia el pequeño desvío, y me siguieron tres briosos corceles. Detrás de ellos venía el Vitara, el cual no atinó a ver la maniobra, tal era la falta de visibilidad, y continuó el camino, en una dirección que le llevaría a él y a los que le precedían a un pequeño claro y una robleda. Por radio advertimos que otra vez parte de la expedición se había perdido, pero en esta ocasión bastaron unas pocas explicaciones para que los perdidos volviesen a encontrar el camino.

Al terminar el pequeño desvío en cuesta y lleno de maleza que constituía el acceso al cortafuegos, abordé la entrada al mismo sin demasiada inercia, puesto que en condiciones normales no era necesaria. Pero habían realizado labores de mantenimiento en el cortafuegos, y el terreno estaba recientemente roturado. Esto, junto con las lluvias, habían convertido el cortafuegos en una trampa para nuestros vehículos, siendo ahora una pista inclinada de tierra completamente suelta y empapada.

Nada más comenzar a pisar el cortafuegos las ruedas de mi Suzuki patinaron. Metí marcha atrás y lo volví a intentar, pero patinaron de nuevo. Volví a echar marcha atrás dejando un poco más de distancia y ¡Ehhhh, para! Como el acceso era teóricamente fácil no me fijé bien en la maniobra y me pegué a unos arbolillos que había detrás de mí en medio de la maleza. Intenté avanzar y ¡Patinazo! No, por favor, no. No me puedo quedar en un sitio tan tonto. Vuelvo a intentarlo y solo avanzo unos centímetros. Muevo las ruedas de un lado a otro y nada. Pues aquí me he quedado.

Calibro las opciones. Intento maniobrar hasta girar el coche enfrentando la pendiente con el poco margen de movilidad que me queda. Uff, qué coñazo sin dirección asistida. Otra solución, vamos a ver...Podría pedir que me den un empujoncito. Eso ya me gusta más, pero con lo que llueve cualquiera pide al personal que salga a empujarme. Además podrían recordarme lo del "cubata". Nada, nada, otra solución. Entonces pido a Salva, que viene detrás de mí, que pase delante y me dé un "eslingazo". Ya sé que me va a quemar durante un año, pero me da igual, no tengo ganas de cansarme (no es propio de mi posición) ni de mojarme (menos propio aún), así pues, cual doncella en apuros ante el correoso dragón, imploro ¡Salva, socorro!

Salva, presto a mi llamada de auxilio pasa como una flecha a mi lado, aborda con decisión e impresionante energía extraída de los 125 CV del corazón de su montura la entrada del cortafuegos para poder tirar de mí, y nada más entrar comienza a despedir tierra hacia todas las direcciones con las Fedima. Tremendo espectáculo el del Terrano excavando cual topo sin avanzar un milímetro. Mal, fatal, peor ¡Horror! ¡Ya somos dos los atascados!¡Ay, ay, ay, qué penosa situación!

Pues la hemos armado. Mily sale a inspeccionar el terreno. Salva lo intenta una vez más y ella le indica que no siga, que es inútil. Entonces yo decido intentar la opción músculos, y comienzo a maniobrar para intentar mover el Suzuki. Poco a poco, giro a giro, voy rotando el coche, y por fin acabo desatascándolo ¡Aleluya! Si es que el Suzuki es un tigre. Si quieres algo bien hecho, hazlo tu mismo, ya lo dice mi Regio abuelito.

Pero la avaricia me perdió. Esa avaricia, con cara verde y gesto torcido, que ciega alguna vez a todos los mortales, sin excepción. Con el coche desatascado, comencé a emocionarme pensando en una filmación en vídeo tirando del Terrano y distribuida por toda la red ¡Oh, maravilla!¡Cómo iba a disfrutar! El Terrano "hiper-equipado", GPS, linterna Maglite recargable, Terratrip, turbo, intercooler, cabrestante, faro de trabajo y qué se yo qué más, rescatado por el Suzuki pelo en pecho, cuya más avanzada tecnología a bordo la constituía mi reloj Casio GeoTrail ¡Miel para mis labios!¡Música para mis oídos!¡Seda para mis dedos!¡Flores para mi olfato!¡Playboy de marzo para mis oj......! Ehhhh, bueno, eso, que la ocasión era irresistible.

Excitado, le dije al personal que se apartase, que iba a pasar al lado del Terrano. Salva me dijo que no podría, yo que sí, él que no y yo insistí que sí, y en ese punto aceleré. Pues no, no pasó. La pendiente me escora a la izquierda acercándome peligrosamente a su costado. Pero yo, envenenado, seguí en mis trece, y mientras Salva buscaba un pedrusco de dimensiones suficientes para anclar el winch, yo busqué otro acceso al cortafuegos más arriba por un acceso lateral por medio de la maleza.

Comienzo a subir, olisqueando a los lados cual perro de presa. Por aquí no, por aquí tampoco. ¡Eh, para! Por fin veo uno, y me bajo a inspeccionarlo. Uy, un tanto difícil. Veo otro un poco más abajo ¡Si, siiiiiii! Lo voy a hacer ¡Gloria, victoria suprema!

Me monto en el tigre, reculo con decisión, y claro, con imprevisión. Vislumbro entre el vaho del cristal trasero una sombra. Me bajo ¡Un pino a 5 cm de mi rueda de repuesto! Ostras, por poco no le pego un leñazo, nunca mejor dicho. Pues nada, subo un poco. Primera, con suavidad ¡Patinazo!¡No, no, no, noooooooooooo! Un grito aterrador resonó en el bosque ¡La victoria adelantada, intuida, saboreada de antemano se escapaba entre el dibujo de mis ATX cual agua entre los dedos de la mano! No puede ser. El destino no puede ser tan cruel. Me bajo e inspecciono la situación. Nada que hacer. Ahora sí que preciso que me empujen ¡Perra vida!

Bajo a ver qué tal le va a Salva. Con su winch atado a un pedrusco, saca su coche, después de que más de uno acabase con su cuerpo tirado en el barro empujando el coche. Yo, con el veneno aún en la sangre le digo que desatascamos el mío y continuamos. Entonces Mily nos calma el ánimo, indicando con toda la razón que aquella subida era bastante difícil y preguntando qué había más adelante.

Tuve que reconocer que aquello no era el obstáculo "de verdad", si no que no era más que el preludio de lo que nos íbamos a encontrar, una subida de piedra suelta empinadísima y bastante rota, que había que abordar todo lo rápido que permitiese el motor golpeando en el camino los bajos, so pena de patinar y quedarse colgado a mitad de ascenso en mal sitio. Entonces Salva interviene, puntualizando que puede que uno, dos o tres pasemos, pero cuando llevemos 6 o 7 aquel camino puede acabar de pena, y que no tenemos ya luz suficiente para muchas alegrías.

A regañadientes, pero ya sin los ojos inyectados en fluido de servodirección del Terrano admití la derrota ante la montaña, y pedí que me echasen una mano con el Suzuki. En eso repararon que el Machote no estaba ya en el mismo sitio que lo habían visto por última vez, si no que estaba 20 metros más arriba. Me preguntaron para qué había subido, les expliqué el asunto y......Carcajada general. El rescatador del rescatador rescatado. Pues yo no le vi la gracia.

Se situaron detrás del coche para darme un empujoncito, y Fabio me tocó en la ventanilla derecha para que la abriese. La abrí, y entonces me dice que no tengo que preocuparme por el intermitente lateral derecho, el cual observé que debía de estar a la altura de un arbolito. Le pregunto por qué, y como contestación me deja el piloto en el asiento derecho. Genial. Menos mal que vale 400 ptas. Me desatascan sin problemas, y una vez enfilado el coche decidimos utilizar la alternativa que tenía prevista ¡Hombre previsor vale por dos!

La montaña había vencido. No quiso permitirnos el acceso a sus cumbres, cual doncella recatada y temerosa ¡Farisea!¡Mentirosa! Yo ya he visto tus secretos, no fijas una inmaculez que no posees. Ya sé que el que otros conozcamos tu interior no te obliga a mostrarlo a cualquiera, aunque podrías haberlo mostrado en aquella ocasión por deferencia hacia mí. Pues nuestra intención era noble, no pretendíamos mancillarte de ninguna manera. Aún así, habrá que respetar tu decisión, y dejar que tus encantos sigan siendo un distante y velado misterio para la mayoría de los mortales.

¡Herejía! Fijáos en lo bajo que se puede llegar a caer cuando se pierde el norte, los objetivos verdaderos. Hablando de la montaña como si tuviese entidad propia, y olvidando que todo aquello carecía de importancia, que la conquista de sus nubladas cimas no ennoblecería más nuestra empresa, que la única razón de ser de la misma era rendir culto a Baco, y deleitarnos en los placeres del buen yantar y mejor beber. No deberíamos habernos permitido el que el TT nos cegase, y continuar en el único camino que merece la pena, así que ¡A merendar!

Hubo que darle la vuelta a la caravana, cosa nada fácil por que era casi de noche, los caminos estrechos, y 19 TT necesitan de cierto espacio. Utilizando la pequeña explanadita con robles a la que había llegado Carlos anteriormente da la vuelta todo el mundo y comenzamos el retorno al cruce con barro.

Al llegar allí ¡Nueva parada! Manuel dice por radio que rajó una rueda. Bueno, más bien pincharía, me digo yo. Paramos de nuevo la procesión y bajamos a ver lo que sucedía. Pues sí, una bonita raja por la que caben 3 dedos. El spray no valía en este caso, salía babeando por la raja (gracias a él localizamos la raja, por que casi de noche y con el barro no era fácil) así que a cambiarla ¡Bendito Gili!

Mientras tanto unos cuantos emprendieron el retorno a casa, que ya se les hacía tarde y otros, los más puros de corazón, se dedicaron con ahínco a la muy noble actividad de devorar la merienda ¡Gente civilizada que aún no se había dejado engañar por los motores, GPS, Gilis y demás, y aún conservaban el pié en la tierra! Bueno, en el tremendo barrizal en el que estábamos, más bien.

Con el gili se cambió la rueda en un momento, ayudados también por una pistola eléctrica para quitar tornillos que traía Wiki ¡Menudo lujazo! Si es que el que sabe, sabe. Una vez terminado, montamos en los coches, no sin antes probar un poco de la maravillosa tortilla que estaban apurando Los Guardianes de la Idoneidad, que habían aprovechado bien el tiempo y las enseñanzas de los maestros purificando su cuerpo con las viandas.

Prácticamente de noche continuamos ruta por la alternativa con una niebla ya totalmente cerrada. Xavi Texas avisó que a alguien se le había caído la matrícula. Ese alguien era yo, pero en el momento no lo advertí, y para cuando Xavi me lo volvió a decir estábamos ya a una distancia considerable, con lo que continuamos trayecto, ahora con el Suzuki sin matrícula trasera.

A pesar de ir en 1ª para prevenir despistes la caravana se distendió, y cuando les llegó el turno a los tripulantes del Mitsu Big Foot, éstos inexplicablemente se despistaron y se desviaron en un cruce por un desvío descendente, todo ello ayudado por un malentendido por las emisoras que hizo suponer a los demás que volvían a casa. Cuando detectaron que se habían quedado solos avisaron, pero ya era tarde.

No tenían n.p.i. de dónde estaban. No se veía un pijo, no tenían GPS, no tenían rutómetro del tramo alternativo y para colmo yo no conocía las pistas por las que se metieron. Pues buena la hemos liado. De noche total y perdidos en el bosque. Como aparezca el lobo se los va a comer. Pero nuestros héroes hicieron lo más lógico, retornar siguiendo sus propios pasos hasta el cruce por el que se perdieron, y tomar por el desvío bueno.

Una vez reagrupados continuamos camino. A esas alturas ya comenzaba yo a dudar del límite de mi capacidad de orientación, ya que aunque el tramo alternativo lo había recorrido dos veces anteriormente, entre la noche y la niebla no se veían más de 5 m , con lo que las referencias se desdibujan y las dudas comienzan a asaltarte. Todos los cruces me parecían conocidos y extraños a un tiempo, y todos los árboles semejaban iguales, dando la sensación de estar agrupándose y reuniendo fuerzas para bloquearnos el paso de un momento a otro, tal es el influjo que la noche ejerce sobre el ánimo de los viajeros que se atreven a desafiarla.

Pero no hay mal que cien años dure, y llegué hasta unas roderas familiares. Preocupado como estaba por seguir el camino las esquivé, ya que eran un tanto profundas, y continué sin avisar. Detrás de mí venía el Mitsu cadena transfer Kaputt de Xavi Texas con sus Fedima, y pasó bien. Cuando le llegó el turno al LR Jurásico con Augusto a los mandos el coche, éste comenzó a atascarse, y finalmente no avanzó más, empanzado totalmente.

Salva intentó adelantar por el lateral izquierdo para tirar del LR, pero hubo de parar por que entre la hierba había una poza sin fondo, completamente anegada y presta a engullir a su montura. El bosque estaba sembrando de trampas nuestro camino, con una siniestra intención que comenzaba a vislumbrarse.

Xavi había pasado delante del LR, y era el mejor situado para intentar el rescate. Viró su vehículo, y con ayuda de una eslinga del Cretácico Superior proveniente del LR conseguimos desatascar el coche. Me quedé entonces al lado del comienzo de las roderas para avisar a todo el mundo, en medio de la lluvia (indigno, indigno, impropio de mí y de mi alcurnia), con lo que no hubo más problemas, pasando unos por el medio de la rodera, otros con una rueda en la cresta central y otra fuera del camino y algunos completamente fuera del camino, pero siempre por la derecha, para evitar a aquella boca anegada que permanecía acechante a la espera de un despiste.

Una vez superada la rodera, nos incorporamos a una pista en bastante buen estado que baja rápidamente del monte. Naturalmente ya no eran horas de intentar la bajada emocionante que tenía prevista, así que tomamos la pista fácil. Pero la montaña no deseaba dejarnos ir. Después de rechazarnos de una manera tan evidente, de repente cambia de opinión cual mozalbeta caprichosa y decide retenernos en su seno, tal vez para arrullarnos, tal vez para....¡Devorarnos!

La bajada estaba un tanto rota por el agua, y en ciertos lugares había algunas roderas de importancia. Y tan importantes. Cuando estábamos a punto de terminar el descenso avisan por radio que se quedó uno de los Discos. Pues hala, al chollo. A tirar de eslinga y sacarlo del "bujero". A estas alturas la maniobra no era ya más que pura rutina, y la treta de la ladina montaña resulta inútil ante la decisión y el buen hacer de nuestras huestes, con lo que el Disco quedó liberado en un santiamén.

Una vez terminado el descenso entramos en las pistas asfaltadas que nos llevarían hasta al final de la ruta. En el camino nos cruzamos con un coche de la policía local que nos hizo desconfiar ¡Como si fuésemos delincuentes o algo así! Continuamos hasta el final de la ruta, ya cercano. Ya se había terminado, por lo que no había que disimular más, habíamos cubierto sobradamente los objetivos y podíamos correr hacia lo más importante ¡La cena! ¡Ah, la ansiada hora se acercaba!

Después de indicar a la gente que no venía a la cena (infieles) cómo podrían llegar a la carretera general, nos encaminamos a las pistas asfaltadas que nos llevarían hacia el "restaurante". Víctor era uno de los que se iba, pero como no llevaba la emisora encendida no se enteró de las indicaciones. Además en principio íbamos a volver por pistas asfaltadas, pero en el último momento parecía que se prefería volver por la carretera principal. Paramos para aclarar las cosas, y entonces aparece la policía local que nos estuvo siguiendo. Sudores fríos recorrieron las espaldas de todo el mundo. El que más y el que menos incurría en alguna ilegalidad, la menor de las cuales era la legalización de la emisora.

Xavi Texas salió del coche presto, y le seguí en el momento. Más vale ser el primero que pregunta cuando los alguaciles te dan el alto. Al llegar junto a ellos les preguntamos con cara de inocentes si por allí se iba a Vigo. Qué "escojone.". Unos 15 coches, muchos de la zona, otros tantos con GPS, regresando de una excursión de 30 Km. en lo profundo de la montaña con todo tipo de vicisitudes y preguntamos por dónde se va a Vigo. No, si la buena voluntad de la gente a veces sorprende.

Nada más obtenidas las amables indicaciones, dimos la vuelta rápidamente y decidimos ir directamente por la carretera general. Una vez en ella, perdimos a Fabio (lo sentimos mucho, discúlpanos) el cual tuvo que volverse a casa sin ir a cenar, por que no fue capaz de alcanzarnos (si es que el "Chuchuki" es un Machote, ya lo digo yo), no tenía instalada la antena de la emisora ya que la quitó al ver a la poli, y no conocía el número de teléfono de ninguno de nosotros.

Por fin llegamos al "restaurante". La ansiada hora había llegado y nuestros corazones se alegraban al vislumbrar el final de la odisea, e intuir el comienzo de la celebración. Una vez desembarcamos continuamos totalmente ambientados. El sitio en cuestión está en el medio del monte, y es un conjunto de chamizos de piedra y madera, decorados con los trastos que la gente fue donando y con unos terrenos anexos para aparcar totalmente embarrados, con lo que la impresión era de continuidad con la ruta. El sitio es de lo más curioso y enxebre, con lo que ya se auguraba una velada de lo más divertida.

Una vez nos hubimos cambiado al menos el jersey (absolutamete empapado), entramos y pregunté al camarero si tenía mesa para un montón de gente. Me miró de arriba abajo, lo que me dio gana de decirle que su local no era precisamente un ejemplo de limpieza, ya que el suelo es de tierra y hasta hace poco las telarañas formaban parte de la decoración. Y no lo digo de broma.

Ocupamos totalmente una de las estancias, con estufa de hierro forjado encendida y todo. Una vez aposentados, ansiosos pedimos la Papancia, cosa que nos llevó su tiempo, ya que el haber llegado al objetivo de la jornada nos hacía desear que aquel momento no acabase nunca y cualquier excusa servía para alargar el instante. Después de solicitar todo aquello que consideramos que podríamos precisar para satisfacer nuestras ansias alimentamos bien la estufa para que caldease la estancia y ayudase a secarnos un poco.

En un breve espacio de tiempo, el cual se nos antojó eterno, comenzó a llegar la comida ¡Por fin! Lo que nos complicamos la vida para llegar a ese momento. Pudimos empezar por ahí. El menú consistía en pulpo á feira tierno servido en platos de madera y adobadito con pimentón picante, zorza roja y poderosa servida en cuencos de barro, tortilla jugosa también servida en platos de madera, churrasco de cerdo servido en los mismos platos, con patatas fritas y deliciosos chorizos criollos para acompañar, queso de Arzúa tierno y saladito (para Xavi "dandy") y ensalada para acompañar el conjunto. Y para beber, vino Barrantes como para una boda, cervezas, gaseosas y agua (como si no hubiésemos tenido ya bastante).

Nos pusimos manos a la obra, dándole sentido al epígrafe de la reunión, hablando de las vicisitudes del camino, polemizando sobre si Salva se atasca por que se mete en muchos berenjenales o Juan nunca se queda por que los evita, riéndonos del sentido de la orientación del bebedor de vodka, oyendo todo tipo de chistes e ingeniosidades de Xavi y José, o metiéndose todo el mundo conmigo por cualquier cosa. Como si yo tuviese la culpa de ser tan bueno y de que los demás sean unos paquetes, vamos hombre ;-)

Comimos, comimos, comimos, y si no estábamos comiendo, bebíamos. Después de la comida, y una vez que dimos buena cuenta de todo lo servido, postres para todos, consistentes en tarta de mousse de chocolate, tarta de limón y tarta de aguardiente. Y de chupitos, tres ¡Sí, sí, tres! Botellas de licor de cereza, limón y tojo.

La espera y los esfuerzos valieron la pena, y aquella recompensa nos hacía olvidar las penurias vividas para llegar allí.

Una vez acabada la cena, y cuando no contábamos ya con ellos, Emilio, Tito y su mujer llegaron a cenar. Esto constituía una buena excusa para seguir bebiendo vino y chupitos y tomando café, así que ellos pidieron la cena y utilizamos el hecho para alargar la agradable sobremesa, ya que la compañía era excelente. Sin chimenea ya, puesto que el fuego se extinguió lentamente a lo largo de la cena, pero sin frío, debido tal vez a las ricas y variadas bebidas de las que habíamos disfrutado.

Después de que hubiese acabado de cenar todo el mundo levantamos el campamento, encendimos los motores, ya repuestos, y nos acercamos hasta una agradable cafetería que quedaba a unos 3 Km., a rematar la jornada con unas copas. Invadimos cuatro mesas situadas al fondo del local sobre una tarima y vuelta a la tertulia 4x4, hasta eso de las 2:00 AM, hora en la que cerraban el "chiringo", y momento que aprovechamos para despedirnos y citarnos para la siguiente, con la ilusión de la jornada vivida y la esperanza de repetirla muy pronto con tan agradables compañeros de aventuras.

Bien, y hasta aquí el relato de las aventuras y vicisitudes vividas por los integrantes de la expedición "Papancia en Galicia II". Espero que este relato haya conseguido despertar vuestro interés, y que ese interés sirva para que os unáis a nosotros en la siguiente edición de este evento gastronómico (ya veis, ahora que ya nos conocéis ya no es necesario andarse con excusas relativas al TT), hasta la cual nuestros estómagos no dejarán de protestar, pidiendo a gritos que se repita la ocasión.

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