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Viajar a Marruecos

Viaje 1990 - 7ª Etapa: Tinerhir / Ait Hani / Tinerhir

 


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24 Agosto 1990, Viernes.

Es magnífico poder darte una ducha según te levantas. También lo es descubrir que has dejado el coche durante toda la noche en la calle, lleno de cosas hasta en la baca, y no te falta nada. Esto era una constante en todos los sitios por donde pasamos, aunque moleste reconocerlo, aquí hay mucha más seguridad ciudadana, que en nuestro país, seguramente promovida por la mano ultra dura de la policía. La mañana se presentaba soleada. Pese a que la rueda pinchada el día anterior, continuaba en buen estado, Bea llamó a un mecánico local para que le reparase en condiciones el neumático. Mientras sucedía esto, aprovechamos para desayunar en una terraza. Recogimos las cosas del hotel y salimos hacia el Todra en cuanto la rueda de Bea estuvo reparada. Visto de día, Tinerhir es un pueblo grande, con unos 70.000 habitantes. Esta rodeado de un oasis importante, y bastante terreno de cultivo. Se trata de una de las zonas al sur del Atlas, en donde el gobierno, más ha fomentado la agricultura. Las zonas más antiguas, de casas de adobe, contrastan con las verdes palmeras y se confunden literalmente con las montañas que tienen detrás, al ser del mismo color rojizo que éstas.

En un momento dado encontramos junto a la carretera una explanada, en la que había un camello solitario, engalanado con una silla de montar típica y todos sus adornos. Como quiera que ofrecía una estampa bonita, paramos un momento para hacerle una foto. Me apeé del coche y me dirigí hacia donde se encontraba, cuando de pronto, aparecieron un montón de indígenas, como salidos de la nada, intentando convencernos de que nos hiciésemos la foto subidos al camello. Tocamos retirada y nos maldijimos a nosotros mismos, por haber picado de nuevo. Apenas tardamos en llegar a las Gargantas. La carretera desaparece al cruzar el río por primera vez, por el clásico sistema de "puentes-pasa-si-puedes". La primera parte es realmente impresionante, con unos 20 m. de ancho en la parte que menos, las paredes ascienden vertiginosamente hasta 300 m. de altura. Lo que se dice un señor cañón. El suelo esta compuesto en los tramos acuáticos (que son la mayoría), por una espacie de grava, que a Luis no se lo ponía nada fácil. Los coches también culeaban un poco, pero con la tracción 4x4 engranada pasaban sin problemas. En esta primera zona del Todra, adelantábamos a muchos grupos de turistas, que hacían el recorrido a pié, Luis que iba delante en la moto recogió a una autoestopista, Lourdes, una chica de Bilbao que había venido en autobús.

Si bien los abruptos farallones del principio habían desaparecido, la pista discurría por un valle estrecho excavado caprichosamente por el agua, con grandes meandros y alturas considerables en las cumbres que lo bordeaban (hasta 3.222 m.). A menudo, teníamos que cruzar el río, que llevaba demasiada agua, sobre todo para el mes de Agosto. Todavía nos detuvimos en un par de ocasiones a tomar alguna foto. Llegó la hora de la comida y como de costumbre el cielo había cobrado un color gris un tanto amenazador. Encontramos un lugar resguardado por un techo natural de piedra y comenzamos los preparativos. Mientras dábamos cuenta de unos macarrones rellenos de carne y otras cosillas, empezó a llover. Lourdes estaba encantada de probar por fin, comida occidental y poder escuchar algo de música decente. Nos comentó que no estaba muy a gusto con el viaje en autobús y que ya tenía ganas de regresar a España, aunque todavía les quedaban unos cuantos días. Ellos también se hospedaban en Tinerhir.

Recogimos los bártulos y continuamos hacía Ait Hani, con la intención de conectar, si era posible, con la pista en que tuvimos que darnos la vuelta cuando intentamos cruzar el Atlas de norte a sur y así ver toda la zona que nos habíamos dejado unos días antes. Poco antes de llegar a Tamtattouchte (difícil de pronunciar ¿eh?), el valle se abría y llegamos a unas llanuras impresionantes, cubiertas de pasto de alta montaña. Aquí, circular por la pista o por fuera de ella, no tenía demasiada importancia. Lo que si la tenía, era descubrir zonas enormes en estado salvaje, sin encontrar más rastro de la civilización que la mera presencia del camino. Incluso éste distaba mucho de parecerse a los que estamos acostumbrados a encontrar en el norte. La densidad de población en Marruecos es muy baja, especialmente en el desierto y en el Alto Atlas. Las distancias entre una minúscula población y otra son enormes. Paramos en Ait Hani. Como el único bar del pueblo estaba cerrado, nos dirigimos a la diminuta tienda de comestibles, para tomar un refresco. Como suele suceder, nuestra presencia era una especie de acontecimiento y rápidamente teníamos alrededor una pequeña multitud, sobre todo de críos, listos como el hambre, que no perdían detalle de todo cuanto hacíamos. Decidimos regresar desde allí, ya que si seguíamos adelante, se nos iba a hacer muy tarde.

Lourdes continuó viaje de "paqute" en la moto de Luis. De regreso, nos detuvimos en Tamtattouchte, en una jaima, a la que entramos para tomar un té y comprar manzanas. Lourdes perdió el bús, pero no importaba demasiado, ya que también se hospedaban esa noche en el Hotel Todra y podía regresar con nosotros. La noche se nos echó encima antes de que atravesásemos las Gargantas. En un par de ocasiones, Lourdes tuvo que dejar la moto y subirse con nosotros en el coche, para atravesar los tramos con más agua y piedras.

Al llegar a la plaza de Tinerhir, Mustafa ya nos estaba esperando. Como teníamos que cambiar de hotel y darnos una ducha, quedamos para más tarde. Fuimos al Hotel Sahro directamente. Dejamos los vehículos en el parking y tomamos posesión de las habitaciones. Esto si que era otra historia; piscina, aire acondicionado, teléfono en las habitaciones, bar, restaurante, etc..., resumiendo: un hotel en condiciones. Después de instalarnos, nos reunimos de nuevo con Lourdes y Mustafa y fuimos a cenar al restaurante "Cashba". Hacía un calor tremendo y los asientos no se puede decir que fuesen precisamente cómodos. Mientras cenábamos, apareció en la puerta una silueta que parecía sacada de "La muerte tenía un precio" u otro film por el estilo. Se trataba de un "mehani" (policía). Echó un vistazo al interior, sin llegar a atravesar la puerta y al ver a Mustafa en nuestra compañía, le hizo un rápido movimiento de cabeza, indicándole que lo siguiese al exterior. Cuando comenzábamos a preocuparnos por su suerte, entró y volvió a sentarse en su sitio. La misma historia de Erfouz. Al salir del restaurante, regresábamos dando un paseo, cuando de pronto, se detuvo junto a nosotros una furgoneta llena de mehanis, que volvieron a requerir a Mustafa y lo metieron en el interior, de donde salió al poco tiempo. Aunque no entendíamos muy bien lo que decía, creemos que recitaba juramentos en árabe. La verdad es que era indignante ver el trato que daban a la gente de allí. Lourdes se retiró a su hotel y nosotros nos dirigimos al nuestro con Mustafa, después de convencerle de que no queríamos bajar a tomar un té con Lassen (pasábamos de otra charla sobre alfombras). Al llegar al hotel, comprobamos que ya habían cerrado el bar, así que nos despedimos de Mustafa y nos fuimos a las habitaciones. Como nos apetecía darnos un baño nocturno, nos vestimos adecuadamente para la ocasión y llevamos el cassette y la botella de whisky a la piscina. Esta se encontraba en una especie de gran patio central, al que daban todas la habitaciones. De modo que tuvimos que procurar hacer el mínimo ruido posible. Luis y yo nos dimos un baño, corto, porque el agua estaba muy fría. Charlamos largo rato a la luz de las estrellas y terminamos con nuestras reservas de whisky. Decidimos que nos tomaríamos el día siguiente para descansar y nos fuimos a dormir.

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