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Viajar a Marruecos

Viaje 1992 - 3ª Etapa: Meknes / Tinerhir

 


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19 Agosto 1992, Miércoles.

Nos levantamos pronto y desmontamos el campa- mento. Al colocar los sacos en la baca, me doy un arañazo curioso en la cara interior del codo izquierdo. Desayunamos y nos pegamos una ducha. Luis e Isa se van de nuevo a la comisaría para recoger la copia de la denuncia. Los demás les esperamos en el bar. Otra vez sucede lo mismo, va pasando el tiempo y no regresan. Cuando comen- zamos a impacientarnos aparecen y nos dicen que todo está en orden. La copia de la denuncia me la guardo yo, no sea que se vuelva a perder... Pagamos el camping y salimos para Tinerhir. Las motos se quedan unos instantes más que los coches, mientras terminan de prepararse. Isa se queda para ir un rato con Nacho en la moto. Los coches paramos junto a la prefectura, en una gasolinera para llenar los depósitos y comprar hielo para la nevera de Candela, magnífico invento que nos permite tomar agua fresca en lugar del caldo asqueroso en que ésta se convierte cuando aprieta el calor.

Iniciamos el camino hacia el sur, sin ver a las motos desde que salimos del camping. A unos sesenta kilómetros de Meknes nos detenemos junto a la carretera, en unos tenderetes de vendedores de fósiles. Nos extraña seguir sin noticias de las motos, una vez más se demuestra que jamás hay que dejar atrás a los "moteros", eso siempre da problemas. Compramos algún fósil y algún mineral, mientras miramos atrás por si aparecen los "moteros", comienzan las especulaciones, según yo lo veo, han debido pasar de largo mientras nos encontrábamos echando gasolina en Meknes, lo que no acabo de entender, es como no se dan cuenta de que al ritmo que ruedan ya debiesen habernos alcanzado hace rato, con lo cual parece lógico que estemos por detrás de ellos y paren a esperarnos, seguramente les encontraremos antes de comer parados en alguna cuneta, echando un cigarro.

Cuando intento poner el coche en marcha para continuar, un escalofrío me recorre la espalda... el muy cabrón no arranca. "Otra avería, otro coche abandonado, solo que esta vez no queda espacio en los demás vehículos para llevarnos..." La racha de mala suerte hace que mi imaginación se desboque. Tras varios intentos infructuosos, finalmente el motor responde. Paramos a comer en un inmenso bosque de cedros, pasando Azrou, en pleno Atlas Medio. Los de las motos siguen sin aparecer, lo que nos hace suponer que se van a perder la comida y que el breve paseo en moto de Isa, comienza a no ser tan breve. Los que comemos de lata lo hacemos bastante rápido, aunque comprobamos con desagrado que las latas de paella son realmente asquerosas y no hay quien las trague, la mayor parte de su contenido es arrojado al bosque para desgracia de algún pobre carroñero... Los que no comen de lata nos tienen a todos mirando como, poco a poco, va hirviendo el agua de los tortellini, tardando como una hora más que los nosotros en terminar la comida. Mientras se come, pasan frente a nosotros constantemente trailers, cargados con enormes troncos de cedro, a los que el bueno de Carlos quiere sacar una foto, sólo que tiene algunos problemas; cada vez que coge la cámara y se planta junto a la carretera, no aparece ningún camión, pero en cuanto la guarda y se sienta aburrido de esperar, aparece el siguiente camión, cogiéndole nuevamente "en bragas". Su perseverancia hace que finalmente consiga su foto.

Continuamos la marcha y las motos siguen sin aparecer, lo que si aparece es un tramo de carretera en obras, no hay asfalto, solo tierra llena de baches y por si esto fuese poco, cada treinta metros se levantan unos montículos que atraviesan la carretera de borde a borde, como si se tratase de esos badenes para reducir la velocidad que se encuentran en algunas urbanizaciones, pero a lo bestia. Se hace tortuoso circular por esta pista de obstáculos, además el "tramo en obras" resulta tener muchos kilómetros, tantos que poco a poco vamos probando distintos sistemas de pasar los badenes con el menor salto posible y sorprendentemente descubrimos que la mejor manera de atenuar el golpe, es circular a toda velocidad.

Anochece cuando pasamos el alto de Tizi-n-Talrhemt (1.907 m), cruzando casi sin darnos cuenta al Gran Sur, dejando tras nosotros la parte más baja de la cordillera del Alto Atlas. Llegamos al llano y a las curiosas carreteras del sur, cuyo asfalto únicamente tiene la anchura suficiente para un vehículo. A ambos lados, tras un pequeño escalón lateral, unos arcenes amplios, de tierra y arena. Cuando nos cruzamos con otro, tenemos que sacar las ruedas de la derecha al arcén y esperar que el vehículo que viene en dirección contraria haga lo mismo. Si todo sale bien dejamos atrás una densa nube de polvo, como testimonio de que se han cruzado dos vehículos con éxito.

Durante todo el día nos hemos ido turnando a ratos al volante y cambiando de vez en cuando de coche. El cansancio va haciendo mella en todos nosotros, el camino hacia Tinerhir se nos hace interminable y además seguimos sin saber nada de los "moteros" e Isa. Desde el último cambio, Candela viene conmigo en el Suzuki, medio dormido. En el Patrol conduce Montse, acompañada de Azu, Belén y Cristina (un equipo peligroso...), Chuchi va con Carlos y Luis con Elena en los otros Suzukis. Al cabo de un rato, Candela se duerme del todo, bajo el volumen del cassette y al salir de un cambio de rasante me aparto a la cuneta para dejar pasar a un cabrón que viene bastante rápido en dirección contraria. En los instantes siguientes al mirar por el retrovisor, no veo venir al resto del grupo, me detengo en el arcén. Nos adelanta una camioneta llena de gente haciéndonos señas. Algo debe de ocurrir, doy la vuelta en la carretera y Candela se despierta, nada más pasar el cambio de rasante vemos una colección de intermitencias en la cuneta y al acercarnos comprobamos que los demás coches parecen estar enteros. Al detenernos vemos que esto no es totalmente cierto, ya que el Patrol pegó con su retrovisor contra el del vehículo que venia rápido, el espejo explotó y se arrancó de cuajo, entrando una lluvia de cristales por la ventanilla abierta del Patrol, produciendo varios cortes a Montse y a Cristina. Tras los primeros momentos de tensión comprobamos que las heridas no revisten mayor gravedad, pero al estar cubiertas de minúsculos cristales, se improvisa una ducha rápida para limpiarlas. Mientras se sacan los cristales de encima, inspeccionamos la carretera y comprobamos que el otro implicado, que ni siquiera se dignó a detenerse, también se ha dejado el retrovisor en el sitio.

Finalmente llegamos a Tinerhir, subimos directamente al Hotel Sarho, situado sobre una colina que domina la ciudad y encontramos por fin a los "moteros" y a Isa. Nada más saludarnos tenemos la bronca de rigor. Para no romper nuestra creciente racha de mala suerte y pequeñas catástrofes, el mensaje de aplazar un día la fecha de las habitaciones, como no, ha llegado a tiempo. Para una cosa que realmente necesitamos que nos salga mal, va y sale bien. De todos modos preguntamos en recepción por si, pese a todo, hubiese habitaciones libres. Por supuesto, no hay. Me cojo el "Suzu" y bajo hasta la plaza, para ver si en el otro hotel hay habitaciones. El otro hotel está cerrado. De regreso junto a los demás, hacemos un examen de la situación: son las tantas de la mañana, estamos muertos de cansancio en el parking del hotel que tenemos pagado por adelantado para los dos próximos días, la noche es espléndida y el cielo está cubierto de estrellas. La decisión es obvia, nos vamos al fondo del parking, en donde la tapia que lo delimita forma una L y con los vehículos formamos otra L. En el cuadrado que queda entre las dos, vamos inflando las colchonetas y desenrollando los sacos de dormir. Chuchi parte algo de embutido e Isa se destierra fuera del cuadrado, muy enfadada por algo que sólo ella entiende. Nos acostamos al sereno, es decir, sin tiendas de campaña y la verdad es que resulta una gozada dormirse viendo las estrellas.

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