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Viajar a Marruecos

Viaje 1992 - 8ª Etapa: Gargantas del Todra / Agoudal

 


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24 Agosto 1992, Lunes.

.Amanecemos con una agradable sensación de limpieza en la piel y desayunamos en la jaima. El maldito arañazo de mi brazo molesta cada vez más y en lugar de curarse se ha infectado, decido cambiar la táctica del agua oxigenada cada poco, por un vendaje que evite que le entre el polvo. Cuando estamos todos funcionando, reco- gemos los trastos y regresamos a la entrada de las Gargantas para filmar como vadeamos el río. El lugar resulta ser un hervidero de turistas españoles que han venido en autobús. Como la carretera solamente llega hasta el río, los autobuses descargan allí y esperan a que la gente recorra el desfiladero y regrese al cabo de un rato con los pies mojados de cruzar el río. Para el turista que recorre Marruecos en bus, un grupo como el nuestro, que a estas alturas del viaje va teniendo un aspecto casi "profesional", resulta curioso y atractivo, casi me atrevería a decir que nos envidian, moviéndonos libremente a donde queremos, cuando queremos, mientras que ellos andan siempre a toque de silbato, teniendo que irse de los sitios cuando comienzan a disfrutar de ellos. Pese a la concurrencia comenzamos a dar pasadas por el río a toda velocidad, levantando grandes chorros de espuma, mientras Chuchi y yo filmamos y los turistas disfrutan del espectáculo. Los vadeos resultan gozosos y los de las motos espectaculares, aunque los intrépidos "moteros" salen algo pasados por agua.

- Gargantas del Todra.

La baca del coche de Luis y Elena se rompe de nuevo. Mejor aquí que en las montañas. Mientras ellos regresan a Tinerhir para repararla, los demás nos instalamos en la terraza de un bar, que está al final de la carretera. Mientras tomamos una cerveza, se rescata una ardilla que llevan unos nativos cogida con una cuerda, comprándosela, para soltarla cuando nos hayamos alejado lo suficiente de la civilización.

El ascenso por las Gargantas es pintoresco y el paisaje nos sorprende a cada vuelta del camino. Saber que durante varios días solamente pisaremos pistas, nos pone contentos. Encontramos un 124 averiado en mitad del sendero y tenemos que maniobrar para sortearlo, mientras estamos en ello, uno de esos camiones-autobús que son el único medio de transporte que se adentra en las montañas, aparte del burro y los locos del 4x4, pasa también por el lugar, conduciendo como un auténtico animal, haciendo que los pasajeros que lleva arriba salten de un lado a otro y pegándonos una pitada como si le hubiésemos molestado. A medida que avanzamos, vamos cobrando altura poco a poco y el desfiladero se va abriendo, dando paso a las primeras llanuras, rodeadas de cumbres que rondan los tres mil metros, sus cimas son tan redondeadas, que no dan una idea real de su altura. Adelantamos de nuevo al bestia del camión, aprovechando que está parado. Con Chuchi de copiloto, iniciamos una carrera, dando saltos sobre los baches y arriesgándonos a romper el coche. Necesitamos adelantarnos lo suficiente como para poder filmar a los demás, desde un alto que domina la llanura. Nos adelantamos tanto, que cuando llegamos arriba, todavía tenemos que esperar un buen rato hasta que les vemos aparecer, como puntítos insignificantes en el llano, dejando tras de si un rastro de polvo.

Cuando los demás nos alcanzan, decidimos alejarnos de la pista y parar en medio de la llanura para comer. Antes de hacerlo, tenemos que añadir otro contratiempo a la lista; la rueda trasera de Nati (de su moto, claro...), está pinchada. La reparan con un spray y queda como nueva. Al intentar poner en marcha nuestro Suzuki, compruebo que hay algún problema, me vuelve a suceder lo mismo que en el puesto de fósiles, no hay forma de que arranque. Levanto un rato el capó y dejo que el motor se enfríe, pasado un tiempo lo intento de nuevo y arranca. Nos internamos en la llanura y cuando creemos que el sitio es el adecuado, nos paramos a comer. Candela viene el último, con el Patrol y trae a Azu subida en la defensa, ya que me la he "olvidado" en la última parada...

Continuamos ruta hasta Ait-Hani, a partir de aquí todo el camino hasta Agoudal es totalmente desconocido para nosotros. En todo el Atlas, cuando nos acercamos a un pueblo, siempre hallamos una amplia zona verde alrededor de éste, los cultivos más generalizados son el trigo y el maíz. La luz del atardecer confiere a todo el conjunto un aspecto cautivador, las Cashbas (antiguas fortalezas de adobe), toman un color rojizo semejante al de las montañas, que contrasta fuertemente con el verde de los cultivos. Ascendemos hacia el puerto de Tizi Tirherhouzine, que con sus 2.700 metros de altura es el punto más alto por el que tendremos que circular.

A medida que subimos, mejoran las vistas, unos cientos de metros antes de alcanzar el puerto, Azu y yo dejamos que los demás se adelanten, ya que se me ha presentado una necesidad apremiante... El problema comienza después de haberme deshecho de lo que me sobraba, cuando regreso al coche e intento ponerlo en marcha, vuelve a suceder lo mismo pero esta vez no hay nada que hacer, se ha jodido del todo, dejándonos tirados junto al "pino" que acabo de "plantar".

Los otros, al ver que no les seguimos se han detenido a esperarnos en el puerto. Nati regresa con la moto, para ver que nos sucede y al dar la vuelta para ir a buscar a Nacho (el "mecánico" ), está a punto de chocar contra el "pino", cuyas dimensiones la dejan muy impresionada... Al cabo de un rato viene Nacho, el problema es que no llega gasolina al carburador, pues la bomba no funciona bien. Como hemos traído bombas de repuesto, decidimos cambiarla, para que no nos siga molestando el resto del viaje. Nacho maneja las herramientas con destreza y en poco tiempo queda instalada la bomba nueva. Aun así hay que cebarla para que comience a funcionar, así que sacamos gasolina de uno de los bidones y por fin conseguimos que arranque.

Cuando alcanzamos a los otros en el puerto, ya se ha hecho de noche. Comentan que las vistas eran espectaculares cuando aun había luz. Y descubro que la fama de mi "pino", me ha precedido, menudo cachondeo... Mientras esperaban se han estado tomando chupitos y como buenos compañeros nos han guardado algo para que lo probemos, se agradece el trago. Comentamos que quizás es conveniente que sigamos, al menos hasta las inmediaciones de Agoudal y acampar en aquella zona, para acortar las siguientes etapas. Además, de allí en adelante si que lo conocemos y por lo que vimos hace dos años en esa zona no será difícil que nos encontremos con algún obstáculo.

Cuando el cansancio nos va venciendo, comenzamos a buscar algún sitio idóneo para acampar, pero solamente vemos pedregales en los que no hay más de un metro cuadrado plano y es impensable montar una tienda. Finalmente elegimos el lecho seco de un río, es de "piedritas" pero hay suficiente superficie plana para acampar.

Estamos tan cansados que pasamos de cenar. Mientras montamos las tiendas comienza a chispear, lo raro es que no hay ni una sola nube en el firmamento, nada más que estrellas y más estrellas y sin embargo, llueve. Inaudito. Con explicación lógica o sin ella, la lluvia recomienda que montemos también el doble-techo. La temperatura es sensiblemente menor que en el desierto, hasta el punto de tener que abrigarnos. Cuando finalmente me meto en el saco y estoy a punto de quedarme dormido, se desata una especie de huracán. Un viento violentísimo comienza de repente y hace que la tienda se incline peligrosamente, moviéndose a un lado y al otro como si fuese a salir volando. Nos ponemos todos a trabajar como locos, tensar vientos y lastrar con piedras los bajos de todas las tiendas. Apenas hemos terminado, cuando, con la misma brusquedad que comenzó, el viento se para por completo. No está mal, dos fenómenos extraños para irse a dormir, mañana más.

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